“El que me ha
enviado es veraz,
y yo comunico al mundo
lo que he aprendido de él”
(Jn
8,26)
Lo que Jesús hace está lleno de Espíritu y manifiesta el
obrar del Padre.
El Espíritu de la verdad lo impulsa, lo motiva, lo
alienta, da pleno sentido a su acción comunicadora y liberadora.
Jesús te abre su corazón, comparte contigo su forma
transparente y valiente de vivir.
Cuando acoges el amor de Jesús que da sentido a tu vida,
¿cómo no comunicarlo a otros?
“El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo.”
Dios capacita a los que elige, no elige a los
capacitados.
Aunque a veces no te entienda, no me atreva, tenga miedo,
no estés seguro… tú estás conmigo y no me abandonas.
En mis soledades y horas bajas siempre quedas Tú.
Es tiempo de PONERSE EN LA PIEL del otro, de calzar sus
sandalias... para no juzgar tan rápidamente ni condenar.
En la recta final de la Cuaresma, una sola invitación:
descalzarnos y liberarnos de equipaje para subir con Jesús a vivir una nueva
Pascua.
Tenemos que mirar a lo alto, tenemos que mirar a quien va
a ser levantado también en lo alto de la cruz y que será para nosotros la gran
señal de que Dios nos ama
Hacemos la señal de la cruz como memoria tuya,
Señor.
Señor, levantamos los ojos hacia Ti con una mezcla de
vergüenza y confianza.
Tu mirada nos transforma y nos cura.
Te miramos recién nacido en Belén.
Te miramos recién nacido en Belén.
Tu pequeñez cura nuestras ambiciones y en nuestro
corazón crece la ternura.
Te miramos rodeado de niños, mujeres, publicanos…
Te miramos rodeado de niños, mujeres, publicanos…
Tu cercanía a ellos cura nuestros favoritismos y nos
ayuda a compartir la vida con los más pequeños.
Te miramos cuando rezas al Padre.
Te miramos cuando rezas al Padre.
Tu rostro transfigurado cura nuestra incredulidad y
nos anima a abrir del todo el corazón a Dios.
Te miramos como la mujer acusada de adulterio y en tus ojos sólo brillan el amor y el perdón, el perdón que pacífica y cura el alma.
Te miramos lavando los pies a tus discípulos.
Te miramos como la mujer acusada de adulterio y en tus ojos sólo brillan el amor y el perdón, el perdón que pacífica y cura el alma.
Te miramos lavando los pies a tus discípulos.
Tu humildad cura nuestra vanidad y nos invita a servir
a los hermanos.
Te miramos clavado en la cruz más injusta.
Te miramos clavado en la cruz más injusta.
Tu entrega cura nuestros egoísmos y nos mueve a
compartir la vida entera.
Te miramos resucitado y glorioso.
Te miramos resucitado y glorioso.
Tu vida nueva cura nuestras desesperanzas para que
gocemos y compartamos tu alegría.
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