“Amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu
corazón”
(Mc 12,30)
Shemá Israel, Adonai elohenu, Adonai ehad ...
Una de las confesiones de fe judeocristiana más hermosas.
Confianza y entrega al Señor que salva, guía, promete y
camina con su pueblo.
Me emociona.
Amar a Dios es el primer mandamiento y el más importante,
pero para llegar a Dios debemos entrenarnos en el amor al prójimo.
Amando a los que tenemos a nuestro lado y sintiéndonos
amados podemos llegar a comprender y apreciar como Dios nos quiere.
Demostramos el amor a Dios con nuestra disponibilidad
para hacer más habitable la tierra porque extendemos su Reino.
Esta es nuestra misión.
Señor, aquí estoy, envíame.
El Espíritu no se queda en discusiones, va al corazón, y
allí enciende la llama de un amor libre y generoso.
El más importante de todos los mandamientos: el AMOR.
Sin condiciones, a nuestros semejantes, pero también el
amor a Dios.
¿Sueles tenerlo en cuenta?
A la tarde de la vida te examinarán en el amor.
Dios te preguntará por la bondad que has tenido con los
demás.
Todo acto de amor al ser humano puede ser considerado un
acto de culto hacia la imagen viviente de Dios.
El culto del Templo tendrá consistencia sólo si va
acompañado de la práctica concreta del amor al prójimo...
Sé fuerte y alegre en la tribulación.
En el momento en el que te sientas acosado o perseguido,
ora por los que te persiguen.
Sé el primero en
buscar y hacer el bien.
Practica la justicia hasta quedar extenuado.
No devuelvas mal por mal.
No te arrastre la desconfianza.
Confía.
Que tus ojos sean de enamorado.
Que tu lengua no desparrame desesperanza.
Que tu corazón ilumine como un sol.
Que tus pies te pongan ante el dolor de tus hermanos.
Que tu razón no te encierre en ti mismo.
Que la memoria te recuerde que eres un hijo amado.
Y tus brazos abracen.
Es tiempo de BENDECIR, de bien-decir sobre Dios, sobre
los demás, sobre lo que nos rodea. Con todo lo que somos, con toda nuestra
persona.
Nuestra oración, hoy, es amar, amar sencilla y
gratuitamente.
Señor: que ame tanto que no necesite leyes.
Señor: que mi amor sea tan auténtico que haga inútiles todas las leyes.
Señor: que no gobierne con leyes sino sembrando amor en los corazones.
Señor: que mi amor sea tan auténtico que haga inútiles todas las leyes.
Señor: que no gobierne con leyes sino sembrando amor en los corazones.
Sólo podremos amarte así, cuando descubrimos tu amor,
Tú nos has amado primero y sigues amándonos primero;
por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor.
No nos amas porque te amamos y nos entregamos a Ti.
Te amamos, porque antes Tú nos has amado hasta el extremo.
Gracias, Padre, por ese amor tuyo, gratuito y fiel,
que hace posible nuestro amor a Ti y al prójimo.
Ayúdanos a reconocer y agradecer tu amor, en los pobres y en las personas, en tu Palabra, en los Sacramentos, en la oración y en la comunidad viva de los creyentes, en todo momento de nuestra vida cotidiana.
Señor Jesús, ayúdanos a mirar con amor a las personas,
a amigos y enemigos, a paisanos y extranjeros.
Ayúdanos a entregarme a todos, contigo y como Tú.
Que nunca olvide que Tú estás presente en los hambrientos y sedientos, los forasteros, los desnudos, enfermos o encarcelados; y que cada vez que amo y ayudo a uno de estos hermanos, te amo y te ayudo a ti.
Gracias, porque cada vez que amo y sirvo a las personas
se abren más mis ojos para reconocer lo que Tú haces por mí y lo mucho que me amas.
Tú nos has amado primero y sigues amándonos primero;
por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor.
No nos amas porque te amamos y nos entregamos a Ti.
Te amamos, porque antes Tú nos has amado hasta el extremo.
Gracias, Padre, por ese amor tuyo, gratuito y fiel,
que hace posible nuestro amor a Ti y al prójimo.
Ayúdanos a reconocer y agradecer tu amor, en los pobres y en las personas, en tu Palabra, en los Sacramentos, en la oración y en la comunidad viva de los creyentes, en todo momento de nuestra vida cotidiana.
Señor Jesús, ayúdanos a mirar con amor a las personas,
a amigos y enemigos, a paisanos y extranjeros.
Ayúdanos a entregarme a todos, contigo y como Tú.
Que nunca olvide que Tú estás presente en los hambrientos y sedientos, los forasteros, los desnudos, enfermos o encarcelados; y que cada vez que amo y ayudo a uno de estos hermanos, te amo y te ayudo a ti.
Gracias, porque cada vez que amo y sirvo a las personas
se abren más mis ojos para reconocer lo que Tú haces por mí y lo mucho que me amas.
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