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¡Señor mío y Dios mío!






«Bienaventurados los que crean sin haber visto». 
(Jn 20, 19-31)


Era tanto el amor que llevó a Cristo a la Cruz que quiso conservar las señales. Tocar las llagas es tocar Su amor.  
Y por sus llagas hemos sino sanados.

  Gracias, Señor, porque quisiste regresar de la muerte trayendo tus heridas. 
Gracias porque dejaste a Tomás que pusiera su mano en tu costado y comprobara que el Resucitado es exactamente el mismo que murió en la cruz.
Gracias por explicarnos que el dolor nunca puede amordazar el alma y que cuando sufrimos estamos también resucitando. 

Déjame que te diga que me siento orgulloso de tus manos heridas de Dios y hermano nuestro.
También a nosotros nos concedes el regalo de tocarte, de sentirte a nuestro lado. 

Ábrenos los ojos de la fe, para reconocerte resucitado en los hermanos, en las llagas de los pobres, en la Comunión. 

Abre nuestros brazos para acogerte con amor. 
J. L. Martín Descalzo (adaptación)


Ayúdame, Señor


A estar contigo, para cuando Tú llegues
vea y sienta que has resucitado.
Para que, cuando los demás me digan que creen
también yo me fíe de lo que creen y esperan.

Que no sea tentado por la incredulidad, el mal,
la apatía o el escepticismo.

Que acoja, con serenidad y con alegría,
la noticia de que Tú vives en medio de nosotros.

Que, en las marcas de la humanidad,
descubra las profundas llagas de tu Cuerpo.

Que reaccione mi fe, cuando tu Palabra,
sale a mi vida un tanto muerta y fría.

Que sea capaz de desplegar los dedos de mi mano
y buscar las heridas de tu costado.

Que sepa verte, como Resucitado,
y no recordarte como el Cristo muerto.

Que las llagas de tu costado
sean para mí, prueba de tu victoria.

Que las heridas que se abren en el mundo,
sean una llamada a descubrirte vivo en él.

Que con Tomás, postrándome ante tu presencia.
resucitada, eterna, viva y pascual.
pueda decir hoy y siempre:

¡Señor mío y Dios mío!

P. Javier Leoz


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