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«Id»




"Id al mundo entero 
y proclamad el Evangelio 
a toda la creación"
 (Mc 16, 15) 

Jesús resucitado consuela, y llena de sentido la vida de cada día.
Su presencia expulsa toda fuerza del mal, condena toda violencia, rechaza toda injusticia.
La nueva vida de la Pascua que Jesús nos regala va creciendo en medio de dificultades.
La Vida vence siempre a la muerte, la Luz desplaza a la oscuridad, el Amor es más fuerte que el odio. 

Dios no nos deja solos, Él nos acompaña siempre

Aliméntate de la Palabra de Dios.
Llévala en tus entrañas.
Deja que se haga parte tuya, como savia que nutre y renueva tu vida.
Darás fruto.
Llevados por el impulso del Espíritu del Resucitado, salgamos al mundo a ser testigos del Evangelio.
A encarnar y hacer vida la Palabra.

Hoy, fiesta de San Marcos.
Que el Evangelio esté tan grabado en nuestro corazón que los demás puedan leerlo en nuestras vidas.
San Marcos se dejo seducir por Cristo. 
El amor de Dios llenaba su corazón de alegría, una alegría que tenía que compartir. Entendió enseguida que ser cristiano es ser anunciador de una Buena Noticia: escribió con sencillez su Evangelio y lo anunció con todas las fuerzas de su alma. 
 
El que crea y se bautice se salvará, será más feliz, su vida tendrá sentido, su esperanza será más fuerte, tendrá más fuerza para amar, para perdona, para entregar su vida…

“Gracias Señor por el don de la fe y del bautismo”

Echarán demonios: mentiras, injusticias, guerras, discordias… Hablarán lenguas nuevas: el testimonio, la entrega, la dulzura…. tomarán serpientes y beberán venenos: incomprensiones, rechazos, insultos… y no les hará daño.
           


«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». Con estas palabras, Jesús, te diriges a cada uno de nosotros. Quieres que contagiemos la alegría de encontrarte, el gozo de la fe, de sentirnos amados por ti; para que todos te conozcan, te amen y sean más felices. 
La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte.

¿Dónde nos envías, Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envías a todos. El evangelio es para todos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. También para quien parece más lejano, más indiferente. Tú buscas a todos, quieres que todos sientan el calor de tu misericordia y de tu amor.

Señor, no tengo ninguna preparación especial y a veces soy una calamidad. Como Jeremías, yo también te digo: 
«¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño». 
Y tú me dices lo mismo que dijiste a Jeremías: 
«No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte». 
«No tengáis miedo», nos dices. 
Cuando vamos a anunciarte, Tú mismo vas por delante y nos guías. Nunca nos deja solos, nunca dejas solo a nadie. 
Nos acompañas siempre.

Jesús, no nos has dicho: 
«Ve», sino «Id». 
Nos envías juntos, en grupo, en comunidad, en iglesia. 
Juntos hacemos frente a los desafíos. Juntos somos fuertes. 
Juntos descubrimos recursos que pensábamos que no teníamos.

Nos envías para servir. 
Evangelizar no son sólo palabras, es dejar que nuestra vida se identifique con la tuya, es tener tus sentimientos, tus pensamientos, tus acciones. 
Y tu vida, Jesús, es una vida para los demás, es una vida de servicio. 
Ayúdanos a superar nuestros egoísmos, para servir, inclinándonos para lavar los pies de nuestros hermanos, como tú hiciste, como tú haces, Jesús.

Danos un corazón que sepa acoger la fuerza que nos ofreces para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo. 
Gracias, Jesús, porque, a pesar de nuestras miserias, cuentas con nosotros, cuentas conmigo.
Me invitas, Señor, a ponerme en camino de Buena Noticia y proclamar con mis gestos que Dios es amor.

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