“María tomó una libra de perfume de nardo,
auténtico y
costoso,
le ungió a Jesús los pies
y se los enjugó con su cabellera”
(Jn 12,3).
Los lugares donde estamos en casa no los hacen las
paredes, sino la gente.
Eso nos enseña Betania, el lugar donde arranca la
Semana Santa...
María, Marta y Lázaro son amigos de Jesús. Jesús apoya a sus amigos y
se apoya en ellos…
María no sabe cómo agradar al Señor. Se ha pasado tantas horas
escuchándolo... y quizá sea ésta la última vez que pueda disfrutar de su
presencia y de su palabra,
Y unge los pies de Jesús con perfume, con un perfume
muy caro; y los enjuga con sus cabellos.
Llorar y
confesar los pecados ante Dios
No le cabe a María el amor en su corazón. Jesús se deja querer. Abre su
gran corazón, hambriento de amor y saciado de desprecios, para acoger el cariño
de María
“Señor,
enséñanos a expresar el amor que tenemos a las personas”
“Gracias por
acoger mi amor, aunque sea pequeño y mezquino”
El gesto de esta mujer atrevida y valiente desvela la delicadeza de su amor gratuito a Jesús.
Respira el perfume de la entrega y regala algo de tu
persona a quienes te encuentres hoy.
Llena mi vasija con tu perfume, Señor, para que yo lo
pueda derramar por los caminos.
Salir a llenar
el mundo de la fragancia del amor de Dios.
Salir…
¡Sé “Iglesia en salida”!
¡Qué lejos estaba ya Judas de Señor y de sus amigos!
Sus palabras son
como una nube negra en un cielo azul.
Cuando no nos ponemos en lugar del
otro, cuando no comprendemos sus sentimientos... es mejor que callemos.
El amor casi
siempre es incomprensible.
La persona que ama ve las cosas de manera diferente
y en el caso del amor a Dios, los pobres nunca quedan desatendidos.
Cerrarse en
la devoción o en el servicio siempre desvirtúa la realidad.
El amor a Dios y al
prójimo van de la mano: son como las púas del compás.
Ambas son absolutamente
necesarias para poder trazar el círculo.
Jesús en la Cruz
no se fijó en si lo merecíamos, sino que se dejó guiar del amor gratuito y
desinteresado
• Señor, que no busque segundas intenciones en las acciones de los demás.
Te doy gracias,
Padre Bueno,
Dios de la Vida,
por los amigos
que me regalas
en el camino de la vida.
Mis amigos me alientan, Señor.
Saben encontrar lo mejor de mí mismo.
Me aceptan como soy
y se alegran con lo bueno que tengo.
Me ayudan a caminar con nuevas fuerzas
y me estimulan a buscar nuevas metas.
Ellos me acompañan,
me aconsejan,
siempre están atentos
dispuestos a ayudarme
y a escuchar mis palabras.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia compañera,
peregrina a mi lado,
siempre a la espera.
En el crisol de la fidelidad.
Con mis amigos, Señor,
comparto mis sueños,
mis esperanzas,
mis locas utopías
de un mundo nuevo.
Con ellos intentamos
aportar nuestro granito de arena
para que los sueños
se vuelvan realidad,
y las utopías se acerquen
en la historia y en la vida cotidiana.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
que señala el horizonte,
que enseña a mirar más allá,
que ayuda a pensar en los otros,
que muestra el camino del compromiso.
Buscando la utopía del Reino.
En el crisol de la Esperanza compartida.
Mis amigos me quieren, Señor,
me acercan su sonrisa
para alegrar mis días.
Comparten mis silencios,
escuchan mis palabras.
Están conmigo en los buenos
y en los malos días.
Me regalan su ternura,
comparten su cariño,
me ofrecen sus brazos abiertos
para el abrazo del encuentro.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
siempre generosa,
gratuita,
fresca,
llena de ternura maternal.
En el crisol del amor hecho gesto y palabra.
Mis amigos me corrigen, Señor,
me ayudan a mejorar,
me muestran mis lados oscuros,
me enseñan a cambiar.
Porque me quieren
me comentan mis errores,
me levantan de mis caídas,
me ayudan a superar
conflictos y dificultades.
Con ellos cuento siempre
y por eso te doy gracias.
Me recuerdan tu Presencia,
Padre Bueno,
Dios de la Vida.
Tu presencia
llena de luz para mi vida,
que me revela mi propia identidad,
que me muestra nuevas posibilidades
y caminos por recorrer.
Luz que me ayuda a discernir,
a conocer mis flaquezas,
y a buscar mejorar.
En el crisol de la confianza y la corrección fraterna.
Te doy gracias, Señor,
por mis amigos.
En el crisol de la vida compartida,
Padre Bueno, Dios de la Vida,
sus manos abiertas,
cercanas,
compañeras,
me transmiten tu Presencia
hecha encuentro y comunión.
Por mis amigos y amigas
¡gracias a la vida,
gracias a Dios!
Marcelo A. Murúa
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A un tiro de piedra del centro,
de la ciudad encantada que me reclama,
donde se decide el presente
y futuro de la historia
y del bienestar de tantas personas,
está Betania.
Lugar de paso y reposo.
de amigos y encuentros,
de diálogos hondos y sinceros,
de veladas hasta altas horas de la madrugada...
Nada tiene que envidiar
a la gran ciudad que sueña y puja
por ser un mercado global.
Betania,
tan necesaria como, a veces, anhelada,
testigo de tantas idas y vueltas,
luces, sueños y desahogos,
quejas, trabajos y gestos amorosos,
sigue estando hoy ahí,
a la vuelta de la esquina,
cuando saliendo de mí mismo,
y dejando mis obsesiones y trabajos a un lado,
me siento a tus pies,
a estar contigo
como un hermano,
amigo
y discípulo.
Betania:
ahora contigo, Señor,
y mañana todo seguirá vivo y resituado.
Florentino Ulibarri
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