Un encuentro
Hoy en san Mateo y su vida es un cántico al poder transformador del amor. Pasar de recaudador de impuestos, a discípulo de Jesús es una demostración de que Nada es imposible para Dios. Jesús pasa mirando a la gente. En toda situación hace presente la luz de su amor. Mateo era un pecador, un excluido, pero llevaba dentro el deseo vivo de salvación. Jesús lo llamó y le cambió la esclavitud del dinero por la libertad del seguimiento. Le abrió las puertas de la comunidad, porque el amor rompe las fronteras que trazan los juicios. De tener un corazón monetizado, exigente, cobrando las deudas, empobreciendo a otros, enriqueciéndose a sí mismo, logra despertar al valor de cada vida. A amar la sencillez, la providencia, el compartir.
“Al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió” La llamada del Señor siempre es inesperada y sobrecogedora. Aquel recaudador de impuestos, tan odiado por todos, jamás hubiera esperado ni la mirada ni la llamada de Jesús. El hecho de que se produjera, debió desconcertar a todos. La respuesta fue pronta, decidida y desprendida. Todo comienza con un encuentro en el que ocupa Jesús el centro. Todo se mueve, todo cambia. Todo es la historia, el proyecto personal. En ese encuentro hay una llamada, una propuesta, algo siento, oigo, vivo... a lo que se debe responder.
A Mateo su
vocación le cambió la vida, la propuesta lo movió del todo, la respuesta lo
lanzó a algo completamente nuevo. Es una fiesta, no tiene nada de tristeza.
Tu amor rompe las distancias
Sana las heridas de nuestros corazones.
Sígueme.
Sin culpabilidades ni pérdidas.
Sin miedos ni certezas.
Seguir tras tus pasos
que arrancan nuestros barros.
Ir tras tus huellas que son vida
Te seguiré, Señor, a lo que me llames
y a donde me pidas ir contigo
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