Un encuentro

 


"Misericordia quiero y no sacrificio": 
que no he venido a llamar a justos, 
sino a los pecadores"
(Mt 9,9-13).

Hoy en san Mateo y su vida es un cántico al poder transformador del amor. Pasar de recaudador de impuestos, a discípulo de Jesús es una demostración de que Nada es imposible para Dios. Jesús pasa mirando a la gente. En toda situación hace presente la luz de su amor. Mateo era un pecador, un excluido, pero llevaba dentro el deseo vivo de salvación. Jesús lo llamó y le cambió la esclavitud del dinero por la libertad del seguimiento. Le abrió las puertas de la comunidad, porque el amor rompe las fronteras que trazan los juicios. De tener un corazón monetizado, exigente, cobrando las deudas, empobreciendo a otros, enriqueciéndose a sí mismo, logra despertar al valor de cada vida. A amar la sencillez, la providencia, el compartir.

 


“Al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió”
La llamada del Señor siempre es inesperada y sobrecogedora. Aquel recaudador de impuestos, tan odiado por todos, jamás hubiera esperado ni la mirada ni la llamada de Jesús. El hecho de que se produjera, debió desconcertar a todos. La respuesta fue pronta, decidida y desprendida.

Todo comienza con un encuentro en el que ocupa Jesús el centro. Todo se mueve, todo cambia. Todo es la historia, el proyecto personal. En ese encuentro hay una llamada, una propuesta, algo siento, oigo, vivo... a lo que se debe responder.

 
A Mateo su vocación le cambió la vida, la propuesta lo movió del todo, la respuesta lo lanzó a algo completamente nuevo. Es una fiesta, no tiene nada de tristeza.

Jesús, sé que estás cerca de nosotros.
Tu amor rompe las distancias 
y nos hace hermanos de todos.
Sana las heridas de nuestros corazones.
Sígueme. 
Una propuesta para dejar todo 
e ir detrás de ti.
Sin culpabilidades ni pérdidas.
Sin miedos ni certezas.
Seguir tras tus pasos 
que limpian nuestras suciedades,
 que arrancan nuestros barros.
Ir tras tus huellas que son vida 
y abren nuevos horizontes.
Te seguiré, Señor, a lo que me llames
y a donde me pidas ir contigo
 

 

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