Los nuestrso
Jesús rompe con las divisiones y la exclusividad. Lo importante es hacer el bien y tratar a los demás como queremos ser tratados. Evitar pecar: no obrar el mal ( la mano); posicionarse para evitarlo (el pie); no pensarlo para no verlo (el ojo).
Lejos de nosotros el ojo escandaloso, que ve al indigente y se vuelve para otro lado. Lejos de nosotros la mano escandalosa, que cierra el puño para esconder sus tesoros y se esconde ávida en los bolsillos
No nos empeñemos en ver enemigos por todas partes. Es bastante difícil vivir, como para ir complicando intencionadamente la vida de los demás. Hay mucha carencia de amor y déficit de cariño en nuestro mundo, para ir vigilante y con miedo ante los otros. Jesús nos anima a la confianza. Si cada uno intenta amar a los que tiene cerca se van construyendo relaciones que desatascan, que liberan. Aprendamos a valorar los intentos de amor de los demás.
¿Quiénes son los nuestros? Aquellos que están al lado del que sufre, los que dan su vida para que este mundo sea más justo, fraterno y en paz. Los nuestros no solo llevan apellido de Él sino que llevan las obras de Él, los gestos de Él, aunque no lo conozcan.
El Señor lo tiene claro, lo primero son las personas, los nuestros son todos aquellos que hacen de esto bandera, opción y proyecto. La persona es lo primero. Lo que separa, divide, excluye a los seres humanos, hay que acabar con ello. Ayudar, acoger, dignificar la vida de los más débiles nos pone en línea del actuar de Jesucristo. Que este sea nuestro compromiso en la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado que hoy celebramos bajo el lema “Dios camina con su pueblo”. El fenómeno migratorio como una oportunidad para crecer juntos en fraternidad.
Jesús nos recuerda que todos somos parte de un mismo cuerpo en su misión. No importa cuán pequeños o diferentes seamos, cada uno tiene un propósito y un papel vital en el reino de Dios. Hoy, reflexionemos sobre cómo podemos apoyar a aquellos que están en el camino de la fe, incluso si su camino es diferente al nuestro. Que nuestra fe nos lleve a ser instrumentos de amor y unidad, recordando que cada acción cuenta y que la luz de Dios brilla en cada uno de nosotros. ¡No dejemos que nada nos separe del amor que nos une!
Uno de los nuestros
¿Es de los
nuestros?
Pregunta, amenazante,
el guerrero.
¿Es de los nuestros?
Inquiere, suspicaz
el inquisidor.
¿Es de los nuestros?
Exige, selectivo,
el fariseo.
¿Es de los nuestros?
Demanda, ofuscado,
el sectario.
¿Es de los nuestros?
Plantea, descompuesto,
el maniqueo.
No es esa la pregunta.
No es esa la verdad
que nos inculcas.
No es ese nuestro modo
de ser pueblo,
de ser familia,
de ser iglesia.
Quizás fuera todo más sencillo
si alguna vez, mirando al otro,
me atreviese a preguntarle
si también es de los tuyos, Señor,
aunque sea de otro modo.
(José María R. Olaizola, SJ)
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