El primero

 


«¿De qué discutíais por el camino?». 
Ellos callaban, pues por el camino 
habían discutido quién era el más importante.
(Mc 9,30-37).

Mientras el mundo se llena de conflictos por la escalada de ambiciones, rivalidades y sobresalir por encima de los demás, Jesús enseña a sus discípulos el camino contrario: ser los últimos de todos y servidores de todos. Aunque no está de moda, sólo este último es Buena Noticia.


Es impresionante como la capacidad de acogida y de escucha de los discípulos es tan poca frente a las palabras de Jesús. Él les habla de entrega, de muerte, de cruz. Ellos peleándose por ocupar los primeros puestos.

Creo que Jesús vivió momentos de desolación al ver la profunda incomprensión que los suyos tenían respecto a su misión. Por eso abraza a un niño, abraza su inocencia, su asombro, su ilusión y su dejar espacio para que la vida sea, la realidad abrace toda su vida.


Ser servidor es ponerse al lado de los que sufren, es dejar pasar a los que no tienen sitio, es cambiar de camino con el que está perdido y no encuentra el suyo, es acompañar sin esperar nada a cambio en el silencio que ayuda al otro a compartir y contar. No es fácil servir, lleva consigo renuncia a lo que uno es, donación de uno mismo, anonimato y humildad. No hay nada que proporcione más satisfacción que servir a los demás, estar atentos a sus necesidades. Aprendamos a ser humildes y generosos con quienes nos rodean.

La lógica de Dios

Me dicen que triunfe a toda costa,
que pise fuerte, sin vacilar jamás,
mostrando siempre dominio
de las situaciones,
de las gentes,
de mí mismo.
Me dicen que escriba mi nombre
con letras hermosas en tarjeta noble,
que la impresión es lo que cuenta
y hay que lucir estilo,
títulos, rango y riqueza.
Me dicen que me cerciore
de tener todo bien atado,
de asegurar el futuro,
de dominar el presente,
para así vivir al límite.

Pero llegas tú y te ríes de esos consejos,
y me dices que desde arriba
no se ve a las personas,
que escriba mi nombre
en las horas regaladas,
en las puertas abiertas de mi vida,
en las manos ofrecidas
para apoyar al próximo.
Llegas tú y descolocas mi orden,
y me dices que salte al vacío.
Y me recuerdas que es en los sencillos,
los mansos, los pequeños y los pobres
donde está la Vida sin límite.


(José María R. Olaizola, SJ)


 

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