El crucificado por Amor

 

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». 

(Lc 9,18-22).

Qué necesarias son las buenas preguntas para conocer bien a alguien. Jesús pregunta acerca de cómo le perciben sus discípulos. Porque no quiere que le admiren, sino que le sigan y le imiten. Es necesario preguntarnos también nosotros acerca de lo que vivimos, de lo que priorizamos, de qué dejamos en la vida de los que nos encontramos. ¿Se sienten amados? ¿Damos con generosidad? ¿Buscamos admirar, deslumbrar? O como Jesús queremos que sanen de sus dolencias.


«¿Quién dice la gente que soy yo?»
Conviene que esta pregunta nos la hagamos cada uno de nosotros y demos una respuesta sincera, no desde lo que hemos estudiado, sino desde el corazón. Si verdaderamente lo amamos y somos capaces de hacer realidad su presencia en medio del mundo.

El encuentro con Jesús cambia la vida, pero no con el que podemos 'hacer nosotros a nuestra medida' sino con el Jesús auténtico, aquel que se presenta ante nosotros con una historia de entrega y verdad, de sufrimiento por la injusticia de los que le persiguen. En la imagen que nos hacemos de Jesús a veces se nos olvida la mirada crítica a los poderosos, el gesto de acercamiento y presencia al lado de los que sufren.

Muchos son los que, llevados por megalomanías, se sientes los salvadores de sus pueblos: son los autoproclamados Mesías. Pero uno solo es el Mesías de Dios, el enviado por Dios para entregar su vida por nuestra salvación. Su mesiánico no es triunfalista; es entrega de su vida.

La pregunta de Jesús recorre la historia de la Humanidad en su individualidad y colectividad. «¿Quién decís que soy yo?». Desde la experiencia de encuentro con Él. Desde el descubrimiento de que él es camino, verdad y vida. Es el Mesías, el crucificado por Amor.

Sólo el Espíritu nos revela y hace posible el arte de vivir, por Cristo, con Cristo, en Cristo.

“Que el Espíritu Santo, por la plegaria de la Virgen, nuestra Madre, nos conceda a todos nosotros esta gracia: caminar, edificar, confesar a Jesucristo crucificado. Que así sea”.


Señor, dinos quien eres y que nuestra fe no vacile. 
Concédenos tener plena confianza en ti
Juntos andemos, Señor. 
Por el camino que me lleves, nada temo 
porque sé que caminamos juntos y tu mano me sostiene.
Juntos andemos, Señor.
 


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