Danos fe
En este episodio de Cafarnaún, los protagonistas son Jesús, un paralítico y algunos letrados. Por san Marcos sabemos que cuatro amigos del minusválido lo descuelgan en su camilla por el techo de la casa en que se halla Jesús, asediado por la muchedumbre. Viendo el Señor su fe, comienza por decir algo que resulta sorprendente: «Ten confianza, hijo. Se te perdonan tus pecados». La reacción de los letrados es de un desmesurado escándalo. Una vez más la sanación física será signo fehaciente de la más profunda curación espiritual.
Al perder la conciencia de pecado, no valoramos el perdón, la gracia que recibimos y nos fortalece en nuestra vida. Preferimos que se nos quite un dolor del cuerpo y no vemos que lo que más nos duele es el alma que nos impide levantar la cabeza.
«¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados.» Esta frase sigue siendo escandalosa. Hemos dejado de soñar en un mundo rescatado de la injusticia y salvado del pecado. Nos cuesta perdonar porque ya no tenemos experiencia de ser perdonados. Sin embargo, sólo el perdón puede evitar la destrucción y salvar la especie humana.
Jesús siempre está a favor de la vida; cuando la encuentra encorvada, la levanta; cuando la encuentra pisoteada, la dignifica; cuando la encuentra muerta, la resucita. El encuentro con Jesús nos da vida en abundancia. El encuentro con Jesús nos invita a transmitir vida a los que nos rodean.
Me perdonas para que pueda perdonar.
Me animas para que pueda animar.
Me amas para que pueda amar.
"¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?" La pregunta de Jesús es complicada de responder. Tenemos la mente muy enseñada a pensar en negativo, en pequeño, en el temor. De todas las posibilidades de que ocurran cosas nos decantamos más a la desgracia a la tragedia que al asombro y a la admiración. Seguimos pensando que todo lo que ocurre depende de nosotros y nos vemos envueltos en la fatalidad y no en el milagro. La fe es un atrevimiento. Es la opción consciente de creer frente a lo imposible. Es dejar de vivir una soledad codificada y alegrarnos de estar acompañados y cuidados todos los días de nuestras vidas por aquel que nos lo promete cada día. Hasta que lo descubramos así.
La fe de otros provoca la curación del paralítico. Hay parálisis de las que quizás no se es consciente y necesitan la intercesión de otros para que el Señor invite a levantarse y echar a andar. La mediación de otros, la oración por otros, puede llevar al milagro.
Señor Dios nuestro:
Con frecuencia no entendemos lo que nos pides en la vida.
Danos una fe confiada para que sigamos creyendo en ti incluso cuando no vemos a dónde nos llevas.
Danos la fe de Abrahán, dispuesto a sacrificar a su hijo.
Danos la fe del paralítico, que encontró renovado valor cuando recibió perdón por sus pecados.
Mándanos levantarnos y caminar con la certeza de que tú nos amas y quieres llevarnos hacia ti.
Señor Dios nuestro:
Tu Hijo Jesucristo permaneció fiel a ti cuando le pediste un sacrificio imposible, el de la cruz.
Ayúdanos a aprender de Él a decir sí a toda tarea o sacrificio que nos pidas en la vida.
Danos esta fe, este amor y lealtad.
Señor, Dios nuestro:
Nos has fortalecido de nuevo por la presencia de Jesús, tu Hijo.
Ensancha los horizontes de nuestra fe y ayúdanos a aceptar, no solo con nuestra mente sino también con nuestros corazones y con todo nuestro ser que tú ves más lejos que nosotros, que tu corazón es más grande que el nuestro, y que el sacrificio es el precio que hay que pagar por libertad, alegría y felicidad.
Haznos disponibles para aceptar esto en confianza y amor.
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