Buena tierra
La Palabra nos presenta el rostro glorioso de Jesús, que sigue saliendo a sembrar su amor a la humanidad con la ilusión de un sembrador. La semilla necesita acogida, la semilla necesita tierra abonada, pero Dios no se cansa y como buen Padre insiste a tiempo y a destiempo. Prepárate con el silencio para la escucha de la Palabra. Prepárate con la soledad para la comunión con Jesús.
Creemos en Dios que sale de sí mismo, que carga con la semilla y la siembra en el corazón del ser humano, sea cual sea su situación. Él esparce a mano llena la fructífera semilla de su palabra. Lo más relevante no está en las condiciones del terreno sino en el Amor del sembrador.
Nosotros somos la tierra, cada uno diferente, de una manera y con una posibilidad, pero la semilla es buena para todos. El tiempo es paso a paso, poco a poco, con paciencia. Para la semilla de la Palabra no hay prisa sino perseverancia. El momento es ahora, al escucharla, al recibirla, al hacerla nuestra.
El sembrador sale a sembrar. No mide la semilla. No se fija en los lugares. Esparce simiente en abundancia sin valorar pérdidas, sin mirar tierras. Lo importante es que la semilla alcance. Espera que la tierra cambie. Sea terreno fértil donde la semilla arraigue.
Como sale el sol a iluminar. Como la lluvia cae y empapa la tierra. Dios es sembrador, repartidor de semillas de vida. Cada uno de nosotros y nosotras somos una semilla. Cada uno caímos en una tierra. Unos entre piedras, con vidas difíciles y complicadas. Otros en medio de bonanza y cuidado. Otros con pájaros que nos picaron. Otros entre mucho sol y raíces superficiales. Cada uno diferente. Pero todos invitados a germinar, a dar fruto. Hoy demos gracias por el fruto de cada vida porque cada una, única y exclusiva a iluminado y alegrado a muchos.
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