Nos envia juntos
Jesús envía a sus discípulos de dos en dos. La misión se desarrolla en la caridad hacia los más cercanos. Jesús nos llama, nos elige para una misión. Él está con nosotros, eso nos da autoridad. La misión es anunciar la Buena Noticia y la conversión del corazón para ser hombres y mujeres nuevos. Este anuncio va acompañado de una transformación de la realidad. Elegidos, enviados a anunciar y transformar con la autoridad de saber que la fuerza y el poder no es nuestro sino suyo que está siempre con nosotros.
Los cristianos somos conscientes de nuestra condición de discípulos, enviados de dos en dos, en comunidad, a anunciar la buena noticia de Jesús. No nos abandona a nuestras solas fuerzas sino que nos da la fuerza de su Espíritu, quien tiene autoridad sobre los espíritus inmundos.
El discípulo, como enviado de Jesús, debe basar su misión no solo en ser bueno sino en hacer el bien. Ungir a los enfermos y curarlos. Estar cerca de los que necesitan consuelo y aliento para recobrar la vida.
"Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más."(Mc 6,7-13). Llevarán para el camino un bastón donde apoyarse cuando las situaciones sean más difíciles, y unas sandalias para hacerlo con autoridad y desde el servicio.
Nada más hace falta para caminar cada día. Un bastón en el que apoyarnos, y la compañía del que camina a nuestro lado. Nos envía de dos en dos, y nos encarga una misión. Mejorar todo lo que nos encontremos. Que el Reino lo aprendamos a descubrir como un germen de la vida de Dios en medio de la historia. Ni más recursos, ni currículums que impresionen, ni talentos que deslumbren. La desnudez de hombres y mujeres, que mostrando la sencillez de nuestras vidas sepamos traducir todo el amor de Dios que él ha derramado en nuestros corazones.
Austeridad
Desnudos vinimos a la vida,
pura fragilidad y desconcierto.
¿Para qué acumulamos,
con los años,
seguridades
que encadenan?
Son tantos los por si acaso
que hacemos imprescindibles…
Hay que vivir
ligeros de equipaje
y no doblegados
por el miedo a perder
lo que nunca fue nuestro.
(José María R. Olaizola, SJ)
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