La novedad
Lo contrario a la novedad y al cambio es la fosilización y el disecado. La vida no se puede controlar, ni detener, ni enmarcar. Lo intentamos con las fotos. Lograr captar la magia de un instante. Y nos sirve de cierto recuerdo. Pero la vida siempre trasciende los intentos por retenerla. Como las personas, como el vino bueno. Hay que acompañar el proceso de fermentación. Si no se pierde todo. A vida y vino nuevos, acogida nueva y agradecida.
El mundo que conocemos, con sus ritos y tradiciones, será destruido para que una nueva creación pueda emerger. Es una llamada a la transformación interna, a no aferrarse a lo que es cómodo y familiar, sino a abrirse al vino nuevo de la gracia divina, a pesar de la incertidumbre.
El vino nuevo requiere odres nuevos. Si se echa en odres viejos, los revienta. La novedad hay que acogerla en esquemas abiertos, en mentalidades dinámicas, en relaciones solidarias, en retos comunes, en búsquedas constantes y justas. La novedad siempre desborda.
Nuevo el vino, nuevos los odres. Nuevo el mensaje, nuevo
al escucharlo. Nueva la propuesta, nueva la respuesta. Nueva la Buena Noticia,
nuevo la tierra que la recibe. Nuevo el encuentro, nuevo el corazón. Nuevo el
Amor, nueva la libertad.
El vino nuevo es el mensaje de Jesús, un mensaje transformador, que da alegría allí donde se derrama. Un mensaje así necesita unos odres nuevos, corazones que no lo modifiquen, que lo muestren tal cual es, con sus características que lo hacen único, y maravilloso.
Haz que mi vida también sea nueva.
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