¡FELICIDAD PLENA!
Jesús abre su corazón y de lo más íntimo se salen el gozo y la alabanza. Los pequeños comprenden su misterio, aunque no sepan de qué música son dueños. Si quieres alegrar a Jesús abre tu corazón y deja que se siembren en él semillas de evangelio. Cultiva la sencillez: es la forma de entender las obras de Jesús en los pequeños.
«Has escondido estas cosas a los sabios y se las has revelado a los pequeños» No es una cuestión de libros, ni tampoco de fe ciega sin razón. Hablamos de vida que se vive desde la sencillez de cada día pero desde la certeza de hacer realidad su voluntad en la misericordia.
Agradece al Padre los prodigios que veas escondidos en los humildes de la tierra.
Jesús de Nazaret vivía dando gracias al Padre cada instante de su vida, porque reconocía que de Él lo había recibido todo. Y así sr lo intenta inculcar a sus amigos. Cuando todo se pide o se exige por derecho, se pierde la gratitud. Y se oscurece la capacidad de dar y de recibir.
Qué difícil se nos vuelve agradecer cuando las circunstancias que nos rodean son dolorosas. Pero Jesús nos enseña a hacerlo. Él no agradece solo los beneficios, los regalos, las cosas, las personas. Él agradece al Padre su presencia, su vida, su amor. A veces valoramos más el regalo que la persona que nos lo da. En nuestra cortedad de miras a todo le ponemos la etiqueta de "like", o "dont like", y la invitación de hoy es a agradecer a Dios su vida, que hace posible la nuestra. Con todo lo agradable y difícil que cada día nos trae.
Gracias, Padre, porque escoges a los sencillos para revelarte. Te das a conocer a quienes menos saberes acumulan. A quienes pueden encontrarse contigo como don. Rechazas a los sabios y entendidos que pretenden atraparte en una idea, una doctrina, a su manera.
Bendito sea Dios, suma sencillez, que despliega su gracia y sabiduría, a través de medios sencillos, restableciendo la esencia de lo que somos...
¡Creados por y para Dios!,
¡FELICIDAD PLENA!
Instrumento de tu paz
Señor, hazme un
instrumento de Tu Paz.
Donde hay odio, que lleve yo el amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la unión.
Donde haya duda, que lleve yo la fe.
Donde haya error, que lleve yo la verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Porque es
dando, que se recibe;
perdonando, que se es perdonado;
muriendo, como se resucita a la
Vida Eterna.
(Oración atribuida a san Francisco de Asís)
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