Bienaventurado
Las bienaventuranzas son la verdadera fórmula de la
felicidad.
La vida no es una línea recta. Es un camino lleno de curvas y recodos que nos
abren a la sorpresa y el asombro. Hay muchos cruces de caminos desvíos,
encuentros y desencuentros. Dejar que fluya la vida, conscientes y presentes en
cada momento. Amando y aprendiendo a cada paso.
'Gustad
y ved qué bueno es el Señor, dichoso es que se acoge a Él'. Dichosos,
bienaventurados los que se descubren pobres ante el misterio del amor de Dios,
los que descansan confiados en su misericordia. Felices los que dedican su vida
a ser portadores de ese amor para el mundo.
La verdadera recompensa de ser bienaventurados es Él. Lo que nos convierte en
bienaventurados no es la riqueza, el prestigio o el poder... es la cercanía de
Dios, su presencia.
«Dichosos
los que lloran, porque ellos serán consolados» Cuando el llanto nace de
un corazón roto nada ni nadie te puede consolar, porque el dolor es del alma.
El consuelo únicamente puede llegar desde Aquel que entregó a su hijo por los
demás y te acompaña en tu dolor.
Las bienaventuranzas constituyen el centro de la predicación de Jesús. Por
medio de ellas nos amplía el horizonte: no nos bastan los gozos de la tierra;
estamos llamados a la alegría del Reino de los Cielos
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