"El Hijo del
Hombre es Señor también del sábado"
(Mc 2, 23-28).
El sábado, la norma, la ley, debe estar subordinada al ser humano.
La persona es el centro de toda regla porque es lo más preciado.
Y sus necesidades lo más urgente y prioritario.
Somos seguidores de una persona no de una legislación ni código de comportamiento.
La propuesta de Jesús es diferente.
Está en juego la vida, y por ello no hay normas sino entrega, no hay horarios sino la vida misma, no hay cumplimiento sino relación.
Cuando esto pasa 'el sábado' deja paso a la persona.
Ya va siendo hora que nos demos cuenta como toda persona merece la dignidad y respeto por ser los preferidos de su Creador.
La persona lo primero.
Ninguna norma ni ley debe anteponerse a la vida, la dignidad de nadie.
Todo puede cambiarse, adaptarse, renovarse.
La creatividad, la capacidad de asumir riesgos en favor de los que sufren, son actitudes de quienes viven en la libertad de los hijos de Dios.
Es momento de poner al Señor en el lugar que le corresponde: en el centro de mi vida.
y no somos misericordiosos
porque nos sentimos superiores a alguien.
La misericordia es fruto del más alto grado de amor,
porque es el amor el que nos hace iguales,
y un amor más fuerte nos hace inferiores.
Se podrían establecer tres ecuaciones:
El que no ama se siente superior a todos.
El que ama se siente igual a todos.
El que ama mucho se siente inferior a todos.
Cada uno de nosotros se halla
en una de estas tres posiciones,
que son los tres grados de vida espiritual sobre la tierra:
En la muerte, quien no ama.
En la vida, quien ama.
En la santidad, quien ama mucho.
Carlo Carretto.
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