Extender la mano.

 


«Extiende la mano» 

(Mc 3,1-6)
 
El Evangelio nos invita a ponernos en movimiento, a levantarnos del sofá y abrazar nuestra misión.
 
Lo permitido o consentido son los límites que establecemos, tan estrechos que terminan atrapando.
Ante la cerrazón, la parálisis, Jesús pide abrir, extender la mano. 
Dejar que Dios actúe, libere y sane.
No se puede atrapar el amor en una norma.
La rompe.
 
¿Qué haré hoy: lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a alguien o dejarlo morir?
 

Tiene que dolernos el sufrimiento, la indiferencia y la injusticia ante el hermano.
Cambiemos el corazón de piedra por un corazón de carne, sensible a las necesidades de los otros.
Que el dolor del corazón nos lleve al compromiso no a la ira.
 
Señor, ¡que nunca me canse de hacer el bien!
Hazme comprender que mi misión se resume en vivir de amor mediante la práctica auténtica y generosa de la caridad.
Que sea capaz de asumir que mi tarea no es otra que la de predicar y dar a conocer tu amor. 
 Dame la fuerza para empeñarme en esta tarea sin distraerme con otras cosas que me separan de Ti.



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