Él se retira a orar.
Es un momento especial de encuentro con el Padre, intimidad que transforma, escucha que alienta la vida, Palabra que ofrece descanso y paz, antesala del compromiso.
Dice Orígenes: "Si Jesús práctica la oración ¿quién de nosotros será negligente en ella?"
La oración enciende la fe, y por ende, la falta de ésta la enfría.
¿Soy consciente de que Jesús ve nuestro cansancio mientras remamos a contracorriente?
En las tempestades de la vida, no vamos solos.
Dios entra en la barca de nuestros sufrimientos, miedos y desesperanzas.
Se adentra en nuestros mares agitados por la preocupación y la impotencia.
Los amaina y hace que brille el sol de la fe y la esperanza.
Ánimo, no tengas miedo.
Dios es amor, un amor cercano y concreto; un amor que es vida entregada.
Busca entrar en comunión con Jesús y los hermanos.
Orienta el corazón a Dios en la oración cada día.
No temas porque no estás solo.
Su Espíritu está con nosotros siempre, hasta el fin
Necesitamos tratar más con Jesús, pasar más tiempo a su lado, sentir su mirada que siempre engendra paz y serenidad.
El pedirle algo a Dios nos lleva a abrir el corazón y dialogar con Él sinceramente, luego aparecen propuestas de compartir la fe con otros y tenemos miedo.... mas Él está aún en medio de las tormentas diciendo:
Que el Amor nos haga salir al encuentro de los excluidos.
Que el amor se expanda por toda la tierra y la transforme para que sea la
humanidad soñada por Dios.
Que la nieve nos devuelva la pureza, la bondad, la belleza.
Que se encienda y caliente el corazón solidario y fraterno.
“El Evangelio de hoy nos recuerda que la fe en el Señor
y su palabra no abre un camino donde todo sea fácil y pacífico;
no nos aleja de las tormentas de la vida.
La fe nos da la seguridad de una Presencia,
la presencia de Jesús que nos impulsa a superar
las tormentas existenciales,
la certeza de una mano que nos agarra
para ayudarnos a enfrentar las dificultades,
mostrándonos el camino incluso cuando está oscuro.
En resumen, la fe no es una salida a los problemas de la vida,
sino que apoya el camino y le da sentido”. (Papa Francisco)
Yo te amo, Señor, porque estás conmigo.
Tú eres como peña segura, como un alcázar.
Tú eres mi liberador, mi roca, mi refugio.
Eres mi fuerza salvadora, el escudo que me protege.
Cuando me siento en peligro,
cuando me cerca el mal y la mentira
tendiéndome sus redes, tú, Señor,
escuchas mi llamada y das respuesta a mi súplica.
Tú eres, Señor, el único que permanece.
Todo pasa, todo se acaba, todo tiene muerte.
¡Sólo tú vives para siempre!
Por eso, Señor, he puesto mi confianza en ti.
Señor, tú enciendes mi lámpara;
Dios mío, tú alumbras mis tinieblas.
Fiado en ti me meto en la lucha,
fiado en ti asalto las dificultades.
Vale la pena andar por tu camino.
Por lo grande que has sido conmigo,
te doy gracias en medio de los hombres,
porque me acompañas siempre y me vistes de poder
en la fuerza de tu Espíritu, te doy gracias.
No tengo miedo, me siento seguro en ti.
Tú eres el valor y el ánimo de mi lucha.
Tú eres, Señor, Dios que salva.
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