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Estar con Él

 


«Llamó a los que él quiso y se fueron con él» 
(Mc 3,13-19)
 
Ningún acto de amor, por pequeño que sea, cae en saco roto.
La entrega generosa no se pierde.
Y todo encontrará eco en la eternidad.
Ama con todas tus fuerzas.
 
Todo se fragua primero en el corazón.
Ojalá Dios ponga su ley en mi corazón para que no puedan anidar en él el odio, el miedo, el egoísmo, la envidia, la soberbia...
Cuida tu jardín interior para que no crezcan malas hierbas.
De la abundancia del corazón habla la boca.
 
Y eligió a doce.
Cada uno diferente.
Cada uno con su nombre propio.
Con sus características, que los hacían singulares.
Muy distintos entre sí.
Pero todos unidos todos por la misma misión de anunciar el Reino.
 
Elige a los que quiso.
No lo hace por intereses, sabiduría o capacidades.
Lo hace porque quiere.
De los que elige, a doce, lo hace para que estén con él, y para enviarlos a predicar.
La misión es sencilla y clara.
Estar con él y decir de él.
 
Toda llamada precisa de una respuesta.
¿Cuál es la tuya?
¿Cómo es mi relación personal con Jesús?
 
Llama a personas como tú y como yo. 
Llama a seguirle, reconocer sus huellas en este mundo y vivir su Palabra.
Ellos respondieron, ahora nos toca a nosotros.
Es tarea de cada día, sin miedo

Señor:
Tú sabes que yo quiero ir Contigo, quiero seguirte todos los instantes de mi vida, sin perder uno solo, hasta el último.
¡Quiero seguirte!
¡Quiero ir Contigo!
Pero sabes también que soy pobre y débil, y que tengo que ser continuamente sostenido y rescatado por tu Amor... 
 
Jesús nos llama hoy a ser sus apóstoles con nuestra propia vida, con nuestro modo de actuar, de hablar, de pensar.
No nos impone una carga, sino que nos da la oportunidad de dar un sentido pleno a nuestra vida en este mundo, en la empresa de ayudarlo en la salvación de la humanidad.

Señor, ayúdame a reemprender siempre el camino, quiero ser tu discípulo y apóstol, y para ello necesito ser fiel, cada día, en los detalles, en las cosas pequeñas, que valen mucho para construir la fidelidad, y por medio de ella, la santidad. 

A veces, me parece increíble que te hayas fijado en mí, que, siendo Tú tan grande, te fijes en mi pequeñez, y siendo Todopoderoso, pidas mi pobre colaboración.
En otros momentos, me creo tan inteligente y capaz, que llego a creer que Tú cuentas conmigo por mis méritos y me llamas por ser más santo que otras personas.
Señor Jesús, ayúdame a sentir tu mirada y tu llamada amorosa; a darme cuenta de que Tú me llamas porque me amas, no por mis méritos; a responderte con gratitud y generosidad, con humildad y alegría, por el bien de tus preferidos: los más pequeños y desafortunados. 
Amén.




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