Testigos de la misericordia de DIos
“Espíritu inmundo,
sal de este hombre”
( Mc 5, 1-20).
Actualiza el compromiso y la implicación en el anuncio
del Reino. Sé luz hoy frente a tanta sombra y oscuridad del mundo. Apuesta por
la cultura de la vida, de la paz, del amor. Sé Luz para alumbrar, para que no
queden ignoradas las sombras de injusticia, violencia y marginación
Los espíritus inmundos no están lejos de nosotros. Nos llevan a vivir en lugares de muerte, de soledad, de esclavitud. Y tienen nombre: intolerancias, intransigencia, incomprensión...Necesitamos salir de ahí por la fuerza de la gracia.
Cada persona es valiosa a los ojos de Dios. Y Jesús se implica para devolver la dignidad perdida, para restituir la salud del cuerpo y la mente, para acoger al excluido y reintegrarlo a la comunidad. Nada hay que escape de su poder. Él ha venido para dar vida en abundancia.
Jesús quiere a la persona. Cura al endemoniado, Jesús lo cura, se viste de fiesta, la muerte ya no lo tiene atrapado, "está en su juicio". La persona lo primero.
El hombre entre las tumbas «vivía una dignidad muerta». Un vacío colmado con toda una legión de injusticias sociales.
Jesús resucitó su dignidad, y restauró a aquél hombre al espacio de la vida.
Y así dejó de ser «el poseído», para ser «el que da testimonio»
Aunque nadie sea profeta en su tierra, sí puede ser testigo, allí donde le toque estar, del amor y de la misericordia de Dios.
Los espíritus inmundos no están lejos de nosotros. Nos llevan a vivir en lugares de muerte, de soledad, de esclavitud. Y tienen nombre: intolerancias, intransigencia, incomprensión...Necesitamos salir de ahí por la fuerza de la gracia.
Cada persona es valiosa a los ojos de Dios. Y Jesús se implica para devolver la dignidad perdida, para restituir la salud del cuerpo y la mente, para acoger al excluido y reintegrarlo a la comunidad. Nada hay que escape de su poder. Él ha venido para dar vida en abundancia.
Jesús quiere a la persona. Cura al endemoniado, Jesús lo cura, se viste de fiesta, la muerte ya no lo tiene atrapado, "está en su juicio". La persona lo primero.
El hombre entre las tumbas «vivía una dignidad muerta». Un vacío colmado con toda una legión de injusticias sociales.
Jesús resucitó su dignidad, y restauró a aquél hombre al espacio de la vida.
Y así dejó de ser «el poseído», para ser «el que da testimonio»
Aunque nadie sea profeta en su tierra, sí puede ser testigo, allí donde le toque estar, del amor y de la misericordia de Dios.
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