¡Seamos compasivos!





«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer» (Mc 8, 1-10)

Poner todo lo que tenemos, los siete panes, es el principio del milagro. Dios no hace, sin contar con nosotros. No hay poder sin compasión y misericordia, por eso en él y con él podemos todo.
Jesucristo es compasivo y misericordioso y se apiada de nuestra debilidad y nuestros cansancios. Presente entre nosotros, con su Palabra y con su Cuerpo y su Sangre nos alimenta, saciando nuestra hambre y nuestra sed de amor y de felicidad, de vida y de alegría.
Jesús, qué bueno eres con nosotros. Danos tu gracia para poder mostrar a los demás tu misericordia. Enséñanos a ver al hermano que pasa por momentos de dificultad y a no buscar excusas porque el amor todo lo puede.

Cuando el hombre se compadece de sus hermanos, entonces empieza la salvación. Es decir, cuando restablece la comunidad entre los hombres, cuando descubre que él es uno de ellos, cuando se responsabiliza del porvenir de todos ellos. La compasión es connivencia, es comunión, es pasión. ¡Seamos compasivos!

Pan para saciar
el hambre
de todos.
Amasado despacio,
cocido en el horno
de la verdad hiriente,
del amor auténtico,
del gesto delicado.

Pan partido,
multiplicado al romperse,
llegando a más manos,
a más bocas,
a más pueblos,
a más historias.

Pan bueno,
vida
para quien yace
en las cunetas,
y para quien dormita
ahíto de otros manjares,
si acaso tu aroma
despierta en él la nostalgia
de lo cierto.

Pan cercano,
en la casa que acoge
a quien quiera compartir
un relato,
un proyecto,
una promesa.

Pan vivo,
cuerpo de Dios,
alianza inmortal,
que no falte
en todas las mesas.
(J.M.R.Olaizola)

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