El Señor nos da su Espíritu
“El que me ama guardará mi Palabra
y mi
Padre lo amará, y vendremos a él
y haremos morada en él”
(Jn 14,23)
Nos das tu Espíritu y tu fuerza
No nos dejas solos, Señor, tú nos envías tu Espíritu, nos
llenas de tu fuerza, nos colmas de tu Amor, impulsas en nosotros la ilusión por
vivir, la fuerza para amar, el deseo de justicia y la urgencia de un buen
reparto social.
Tú, Dios mío, te apoyas
en nuestra debilidad, para hacernos poderosos, cuentas con nuestras flaquezas,
para hacernos discípulos tuyos, sabes de nuestras incongruencias y nos sigues
enviando a cumplir tu misión.
Tú, Señor,
tienes para cada uno de nosotros, un proyecto concreto de vida, un mensaje que
transmitir, una manera de vivir que contagiar, un modo concreto de actuar, a tu
manera, para que vayamos construyendo tu reino, para llenar la tierra de tu paz
y tu bondad.
Tú, Dios de todos los
hombres, Señor de todas las cosas, Espíritu que impulsa lo nuevo en cada uno y
lo mejor en cada momento, cuentas con cada uno de nosotros, para convertir esta
sociedad nuestra en un espacio de amor y de justicia, en una gran familia donde
reine la alegría, donde se comparta, se ría y se festeje la unión de todos, la
igualdad y el buen reparto.
Tú tienes
para cada uno grandes planes.
Hoy, aquí me tienes a mí, Señor, dispuesto a
seguirte una vez más, a darte un sí definitivo y valiente.
No permitas que me
distraiga de ti, Dios mío.
“La
aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y
aceptar el mundo entero como regalo del Padre y casa común” (LS 155).
Su testimonio nos alienta.
Elías Abiad, un
joven sirio de veintidós años, murió hace unos días en Alepo (Siria), alcanzado
por un proyectil de mortero.
El joven era voluntario en un proyecto educativo
de Cáritas desde 2014.
Dos días antes, el Papa de Roma y el Patriarca de Moscú
habían dicho:
‘Los mártires de nuestros tiempos, procedentes de diferentes
Iglesias pero unidos por un sufrimiento común, son la clave para la unidad de
los cristianos’.
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