¿Por qué quieres verle?
La pregunta de Herodes ha resonado en el correr de la historia: “¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?”. Jesús despierta curiosidad e interés, pero también desprecio y amenaza. No es alguien indiferente o desapercibido porque él también nos cuestiona.
Jesús despertaba interrogantes irresistibles. Acerca de su identidad, de sus orígenes, de su autoridad para predicar, de su poder sanador. Tenía una vida tan plena y desplegada que no cabía en una definición. Definir es limitar. Era más que un carpintero, más que un maestro, más que un profeta, más que un amigo, era más que un sanador. Era divino porque dejaba salir de su humanidad visible toda la fuerza creativa y amadora del mismo Dios.
«Herodes se enteró de lo que pasaba sobre Jesús y no sabía a qué atenerse» Las palabras del evangelista san Lucas se refieren al tetrarca Herodes. Los tiranos siempre tienen miedo a aquellos que con su vida muestran la verdad, porque hacen que su pensamiento único tiemble y el pueblo pierda el miedo. Por ello necesitamos vivir la fe con coherencia. Estaba enormemente confundido. Había oído que si Juan, el Bautista, había resucitado; que si era Elías, o uno de los profetas. En circunstancias singulares él había dado la orden de decapitarlo. Quería verle.
Jesús no deja indiferente, oír hablar de Él despierta en todos un deseo de encuentro. Herodes 'tenía ganas de verle'. Nosotros también tenemos ganas de estar con Él, de encontrarnos y descubrir que Él también quiere estar con nosotros. Mirarle a los ojos para que Él nos abrace, cuide y transforme. Tú ¿por qué quieres verle? ¿Qué hago para que mi deseo de ver a Jesús se haga realidad?
Señor, líbrame de
todo deseo de sobresalir,
de parecer más grande o más bueno que los demás,
de pretender la fama a cualquier precio.
Pero, si he de llamar la atención,
que la llame por ser como tú;
por decir la verdad con dulzura, como tú;
por acercarme a los más necesitados, como tú;
por ser libre frente a los poderosos y al qué dirán, como tú;
por no estar apegado al dinero y a la comodidad, como tú;
por buscar más el amor que el placer, como tú;
por luchar contra el mal sólo con las armas del bien, como tú;
por tener paciencia con los que no acaban de aprender, como tú;
por perdonar setenta veces siete, como tú;
por trabajar en comunidad por la comunidad, como tú;
por dar la vida con alegría hasta el final, como tú;
por confiar siempre en Dios Padre hasta en los peores momentos, como tú.
Señor, ayúdame a ser cada día más parecido a ti.
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