Palabras
Jesús enseña. Sus enseñanzas despiertan asombro. Sus palabras están llenas de autoridad. Es una Palabra liberadora de malos espíritus. Palabra que cuida y evita daños. Palabra que edifica y sostiene. ¿Qué clase de palabra es esta? Hay que hacer experiencia
«Su palabra estaba llena de autoridad» El asombro no venía por lo que decía sino como lo decía. La autoridad nace de una vida coherente que no necesita muchas palabras para anunciar la buena nueva, sino de un testimonio que se sabe lleno de la verdad que da el ser hijos de Dios.
Hay muchos tipos de palabras. Palabras que negocian, que venden, que adulan, que mienten, que enfrían. Hay palabras que aman, que animan, que sanan, que transforman, que iluminan. Hay palabras que dan vida, que hacen nuevas todas las cosas. La forma como Jesús nos habla están cargadas de esperanza, de ilusión. Ojalá seamos capaces de llenar de vida y de amor las palabras que nos decimos.
Jesús es admirado porque enseña con autoridad, porque tiene poder sobre fuerzas sobrenaturales y espíritus que no son de este mundo. Su poder y fuerza es refugio, consuelo y esperanza para los pobres de Yahvé. Los soberbios se defienden ellos mismos. Los pobres confían en Dios.
Escúchale... Su palabra es sanadora, llena de confianza, de optimismo, de verdad... Él sabe decirte la palabra oportuna en el momento oportuno. Déjate sorprender...
La autoridad de Jesús hace mover el mal, lo expulsa. Es la autoridad que levanta al hombre de sus dolores, miserias, dolencias, dificultades. La autoridad de Jesús llama la atención por su fuerza, por lo mucho que transforma. Levanta al hombre, no lo arrastra. Aprendamos de Él cuando tengamos autoridad, que sea siempre para servir, para cuidar, para ayudar... y no para servirnos, para ganar en privilegio.
El cristianismo no es un conjunto de verdades que hay que
creer, de leyes que hay que cumplir o de prohibiciones. Así resulta muy
repugnante. El cristianismo es una persona que me amó tanto
que reclama mi amor. El cristianismo es Cristo. La fe en Jesús trae frutos de
alegría y esperanza a nuestra vida, y nos lleva a servir a los demás llenos de
humildad.
Recordamos hoy a Santa Teresa de Calcuta. Trató de apagar la sed de Cristo clavado en la cruz atendiendo con eximia caridad a los hermanos más pobres. Fundó las congregaciones de Misioneros y de Misioneras de la Caridad, para servir a los enfermos y abandonados.
Señor, cuando tenga hambre,
dame alguien que necesite comida;
cuando tenga sed,
dame alguien que precise agua;
cuando sienta frío,
dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra,
dame alguien que necesita consuelo;
cuando mi cruz parezca pesada,
déjame compartir la cruz del otro;
cuando me vea pobre,
pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo,
dame alguien que precise de mis minutos;
cuando sufra humillación,
dame ocasión para elogiar a alguien;
cuando esté desanimado,
dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan,
dame alguien que necesite de mi comprensión.
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí,
dame alguien a quien pueda atender.
Cuando piense en mí mismo,
vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor,
de servir a nuestros hermanos;
dales, a través de nuestras manos,
no sólo el pan de cada día,
también nuestro amor misericordioso,
imagen del tuyo. Así sea.
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