Construir,anunciar y sanar
Jesús nos llama, nos reúne, nos da poder y nos envía a proclamar la buena noticia del Reino de Dios y a curar a los enfermos.
La enfermedad no es sólo la clínica. Hay enfermedad social, la crispación, el enfrentamiento, la violenta descalificación del que piensa distinto. Están las enfermedades del alma, del corazón. Nos toca curar y acompañar tantas vidas que no viven el sueño que Dios tiene sobre ellas. Proclamar que hay motivos para la esperanza. Que hay razones para vivir confiados. Eso es pedir que venga a nosotros el Reino.
El envío de Jesús es una misión en doble dirección: por una parte, proclamar el reino de Dios, con la alegría que implica anunciar la Buena Noticia; por otra, curar a los enfermos, que supone sanación de las personas que sufren, transformar la realidad. Ignorar una de las dos es perder sus huellas. Nunca solos, siempre con Él. Nunca con miedo, siempre a su lado. No necesitamos casi nada para el testimonio y la misión, sólo a Él.
«𝐍𝐨 𝐥𝐥𝐞𝐯𝐞́𝐢𝐬 𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐞𝐥 𝐜𝐚𝐦𝐢𝐧𝐨». Solo necesitamos la vida para darla, las manos para abrazar, el corazón para sentir el dolor del otro, la confianza para perseverar e insistir en la misión.
“Fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia”. La gran misión del cristiano es anunciar el Evangelio con la vida, en las cosas sencillas de cada día. Es donde mejor se puede mostrar la misericordia de Aquel que nos ama a aquellos que no lo conocen o se alejaron.
La grandeza de Dios brilla en la pobreza de los enviados. No necesitamos muchas cosas: la mochila llena de fe y de confianza en quien nos envía, nos acompaña y nos espera al final del camino.
Jesús les da poder y autoridad. No son lo mismo. Poder para imponerse a las fuerzas del mal. Autoridad para anunciar con el desprendimiento y la confianza el reino de Dios. Proponiendo, no imponiendo. Enviados no directivos. Servidores no conquistadores.
María no necesita nada para evangelizar, sólo su Corazón. En María encontramos el modelo y con su intercesión el envío dará su fruto.
Anunciamos con poder que Cristo vive.
¡Sacerdotes, profetas y reyes, desde nuestro bautismo, llamados a ser signos del Reino!
Señor, tú nos envías a proclamar el Reino de Dios,
a anunciar el amor que con el que Dios Padre nos abraza,
a mostrar la esperanza a quienes la han perdido,
a levantar la confianza de los que creen que ya no tienen arreglo.
Señor, nos envías, también, a curar y a echar demonios
Para vencer a los demonios de la injusticia, la violencia o la mentira,
no basta con palabras; no hay secretos ni formulas mágicas.
A los demonios sólo se les vence a base de amor, trabajo y entrega.
Señor, no quieres que lleve bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero;
lo más importante no son los medios que llevamos,
lo más importante es lo que somos, es nuestra experiencia,
la experiencia de sentirnos mirados, amados y salvados por ti.
Señor, la misión no es fácil, pero es apasionante.
Además, no nos dejas solos. Tú estás con nosotros, en nosotros.
Nos das poder y autoridad para hablar y actuar.
La luz de tu Espíritu nos guía y su fuerza nos acompaña.
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