Dios se fía de nosotros
¿Por qué no pusiste
mi dinero en el banco?
(Lc 19, 11-28)
No podemos actuar por la recompensa, sólo por fidelidad y
por amor a Aquel que nos lo ha dado todo.
Sin embargo, el
Señor se pasa en generosidad.
Jesús a lo que nos invita es a que esos talentos
que todos tenemos los pongamos al servicio de los demás, de nuestros prójimos,
de quienes pasen a nuestro lado en el camino de la vida.
Que María la Virgen madre nos ayude a no estar todo el
día preocupados, sino que nos paremos … y perseveremos en dar gloria a Dios.
Jesús, no quiero ser un espectador pasivo, sino un
colaborador infatigable de tuyo.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad y hacer
multiplicar todos los dones que me has confiado.
Tengo mucho que dar, pero mucho más que ganar, si uso mis
talentos para ayudar a los demás.
La riqueza no es tanto lo que tenemos, como lo que
hacemos con lo recibido.
La medida con la que seremos medidos es la del amor que
hayamos puesto en cuanto hayamos hecho, en todo lo vivido.
En el Bautismo el Señor nos ha entregado su Santo
Espíritu, para que su Palabra se haga carne en nosotros y realicemos obras de
vida eterna, haciendo visible su amor y su misericordia hasta que Él vuelva.
Dios se fía de nosotros, Dios tiene esperanza en
nosotros.
¡No le defraudemos!
No nos dejemos engañar por el miedo, sino devolvamos
confianza por confianza.
Prepara,
Señor, nuestras manos para un toque diferente.
Para despertar ternura, afecto, consuelo y amistad.
Que ellas puedan brindar, sostener, construir y orientar.
Prepara, Señor, nuestros brazos para un encuentro diferente.
Para sentir la unidad, la cercanía, el manto de la
misericordia que nos cubre, el calor que nos hace un solo cuerpo.
Que ellos puedan fortalecer, proteger, llegar al que está lejos.
Prepara, Señor, nuestros hombros para una carga diferente: el peso de las lágrimas ajenas, de la culpa del mundo, de la cruz propia y de tantas otras.
Que puedan ellos ser cabalgadura de los niños y niñas que entran al Reino de Dios.
Prepara, Señor, nuestro corazón para un latido diferente.
Para bombear la vida que se agota, para sentirnos dentro de ese gran pecho que es la comunidad, y la tierra.
Que pueda él alegrarse, festejar, ser redimido del desamor y el abismo de la prepotencia.
Prepara, Señor, nuestra mente para una verdad diferente.
Para pensar en cómo vivir de otra manera, con limpieza, justicia, sabiduría, honradez y confianza.
Que puedan nuestras ideas nacer todos los días
y comprender con el sol, quien da su luz sin discriminación, sin juzgar, sin someter, sin condenar.
Prepara, Señor, nuestros pies para un camino diferente.
Para aplastar el veneno, la traición y el miedo.
Para andar como de día, sin cansancio, sin excusas.
Que lleven ellos la buena noticia, el buen humor, el buen semblante, la buena fe, nuestros cuerpos humildes resucitados por tu Palabra.
Para despertar ternura, afecto, consuelo y amistad.
Que ellas puedan brindar, sostener, construir y orientar.
Prepara, Señor, nuestros brazos para un encuentro diferente.
Para sentir la unidad, la cercanía, el manto de la
misericordia que nos cubre, el calor que nos hace un solo cuerpo.
Que ellos puedan fortalecer, proteger, llegar al que está lejos.
Prepara, Señor, nuestros hombros para una carga diferente: el peso de las lágrimas ajenas, de la culpa del mundo, de la cruz propia y de tantas otras.
Que puedan ellos ser cabalgadura de los niños y niñas que entran al Reino de Dios.
Prepara, Señor, nuestro corazón para un latido diferente.
Para bombear la vida que se agota, para sentirnos dentro de ese gran pecho que es la comunidad, y la tierra.
Que pueda él alegrarse, festejar, ser redimido del desamor y el abismo de la prepotencia.
Prepara, Señor, nuestra mente para una verdad diferente.
Para pensar en cómo vivir de otra manera, con limpieza, justicia, sabiduría, honradez y confianza.
Que puedan nuestras ideas nacer todos los días
y comprender con el sol, quien da su luz sin discriminación, sin juzgar, sin someter, sin condenar.
Prepara, Señor, nuestros pies para un camino diferente.
Para aplastar el veneno, la traición y el miedo.
Para andar como de día, sin cansancio, sin excusas.
Que lleven ellos la buena noticia, el buen humor, el buen semblante, la buena fe, nuestros cuerpos humildes resucitados por tu Palabra.
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