Alzad la cabeza





«Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, 
con gran poder y gloria» 
(Lc 21, 20-28)

En un mundo dominado por la ansiedad, los cristianos tenemos que ser testigos de vida eterna.
Nuestros rostros alzados al Cielo, la esperanza que brilla en nuestros ojos, debería gritarle al mundo que la eternidad está abierta ante nosotros; que no hay que tener miedo; ni tampoco hay que tener prisa para nada, salvo para servir a Dios.
Y esa prisa es muy alegre; no necesita ser aliviada con lexatín.

Dios es Señor de la historia.
Todo obedece a su plan divino.
A pesar de tanto desorden y confusión, de Cristo es el poder, el honor y la gloria.
Cuando llegue la plenitud de los tiempos, cuando Cristo se haga presente en tu vida, alégrate, alza la cabeza, se acerca tu liberación.

Ante un mundo y unos falsos profetas que presagian las mayores de las desgracias nosotros sabemos que es Él quien nos libera, nos salva y nos hace vivir con esperanza.
Anunciamos la liberación que Él trae, que Él regala.

No perdamos la paz, ni dejemos que nadie nos robe la esperanza, pues este mundo, –con sus vanidades y corrupciones– pasará, y, entonces, veremos al Señor, sin velos ni mediaciones, y experimentaremos la liberación definitiva.

Qué difícil es a veces dar esperanza a quien ya no tiene ganas de vivir.
Sólo Dios nos sostiene en esos momentos.
Sólo Cristo puede abrir una grieta en el corazón oscuro para que pueda entrar la luz.
Su amor es un bálsamo suave que poco a poco cura las heridas.
Persevera.
Confía.

Dios es fuente de esperanza y no de desgracia.
Dios es fuente de alegría y no de tristeza.
Dios es fuente de ilusión y no de desilusión.
En los problemas: alzad la cabeza.
En las carencias: alzad la cabeza.
En las tristezas: alzad la cabeza.
Donde los demás se hunden en las desgracias, vosotros “sentid que vuestra salvación está cerca”.

Espera.
Él no se desdice.
Él no te miente.
El Dios de la Paz te dará la Paz.
El Dios del Amor te dará Amor.
Amor para recibir, para dar, para vivir.
El Dios gozoso te hará gozoso.
Él no se guarda sus tesoros.
Él no escatima sus dones.
Él no olvida sus promesas.
Él te conoce.
Él te nombra y te ama.
Él te amó primero.
Él se dejó encontrar.
Confía.
No te perderás sus riquezas.
Pasarás en paz.
El Caos no te alcanza.
Porque Dios es tu escudo.
Le invocas.
Él viene.
Le llamas.
Él está ya en tu puerta.
Le pides y Él ya te lo dio.
Estiras las manos y Él ya las colmó.
 

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