¿Qué diremos?
“El Espíritu Santo os enseñará
en aquel momento
lo que
tenéis que decir”
(Lc 12,12).
No está de moda
declararse cristiano practicante.
Jesús nos pide
que tengamos la misma seguridad con que unos se declaran ateos, otros
agnósticos, de izquierdas o derechas.
Ojalá seamos
capaces de dar razón de nuestra fe porque el programa de Jesús es realmente
interesante: llevarnos a la plenitud como personas y como miembros de
la comunidad eclesial y humana.
- Señor, que sepa dar testimonio de mi fe.
En la persecución o en las dificultades de la vida, el Espíritu
Santo impulsa y fortalece al orante para dar testimonio de Jesús, con su vida.
Fíate de Dios, de la fuerza de su Palabra.
Es un Padre fiel y no abandona la obra de sus manos.
Nada te turbe;
nada te espante;
todo se
pasa;
Dios no se muda,
la paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios
tiene,
nada le falta.
Solo Dios basta.
(Sta Teresa de Jesús).
Reconocer a Cristo ante los hombres significa también
aceptar su forma de amar y su servicio incondicional a la verdad y a la vida.
A veces no nos
comprometemos a favor de los demás, no nos atrevemos a anunciar el Evangelio de
Dios, porque pensamos que vamos solos.
Confiamos poco en
el Espíritu.
Él nos enseña lo
que debemos hacer y decir.
Si te has sentido alguna vez enseñado o dirigido por el Espíritu, da gracias a Dios.
Si te has sentido alguna vez enseñado o dirigido por el Espíritu, da gracias a Dios.
Si no lo has
sentido, pide al Señor que te dé fuerza para dejarte llevar por su Espíritu.
Todo es don.
Todo es un regalo
de Dios.
Sólo cuando nos
volvemos a él con las manos vacías, somos capaces de acoger ese don enorme que
es su gracia, su Santo Espíritu.
Es tu Espíritu, y
no mis razones el que ha de hablar, el que ha de llegar, el que ha de
transformar, el que ha de tocar los corazones.
¿Qué gesto
tendremos?
¿Qué diremos?
¡Ven Espíritu
Santo!
Cuando nos
entregamos, cuando ponemos el corazón en lo que hacemos, damos espacio a Dios
para que pueda obrar en nosotros.
A veces por
caminos que no esperamos, se manifiesta su gracia, su luz, su presencia.
San Juan
Crisóstomo: «Dios no se contenta con la fe interior; Él pide la confesión
exterior y pública, y nos mueve así a una confianza y a un amor más grandes».
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