¿Qué da sentido a nuestra vida?
“Guardaos de toda clase de codicia” (Lc 12,15)
Si leemos superficialmente este evangelio podemos llegar
a conclusiones un tanto ingenuas.
Jesús no considera mala la riqueza.
Lo malo del ejemplo de la parábola es la cerrazón hacia
los demás.
Nuestro hombre se encierra en su riqueza, no tiene en
cuenta que los bienes materiales nunca pueden hacernos olvidar la necesidad de
Dios y la responsabilidad hacia los más necesitados.
- Señor, que sepa valorar lo realmente importante.
¿En qué tengo mi mente y mi corazón?
¡Que no Te utilice para lo que es NO-Reino!
La vida, afirma Jesús, no depende de la abundancia de los
bienes materiales; pero muchas veces somos como el rico de la parábola que pone
su confianza en los bienes y cosechas.
Deja que esta enseñanza de Jesús se haga vida dentro de
ti:
Jesús nos invita a acumular riquezas que no se acaban: ricos
en justicia, en misericordia, en compasión y solidaridad.
Para Dios es rico quien se desprende de lo que tiene.
La codicia del “tener más”, del “acumular”, del “hacer
nuevos graneros”, solo nos puede ofrecer una seguridad aparente.
Porque no hay granero que nos asegure la vida.
Porque no hay granero que nos regale un día más de vida.
Porque no hay granero que nos asegure mejores amistades.
Porque no hay granero que nos haga más amigos.
Porque no hay granero que nos haga más solidarios.
Porque no hay granero que nos haga más hermanos.
Porque no hay granero que nos asegure un amor para siempre.
No negamos que sea buena la riqueza para vivir una vida
digna.
Pero nos engañamos cuando pensamos que todo se soluciona con “hacer nuevos graneros” que terminan por encerrarnos a nosotros mismos en el “granero de nuestra codicia”.
Pero nos engañamos cuando pensamos que todo se soluciona con “hacer nuevos graneros” que terminan por encerrarnos a nosotros mismos en el “granero de nuestra codicia”.
Aquí, nada es para siempre, ni el bienestar que gocemos
ni las penalidades y que suframos.
Lo nuestro es pasar, hacer camino,
peregrinar.
Y traspasando el umbral, encontrarnos cara a cara con el
Misterio en el cual vivimos, nos movemos y existimos.
Hacer feliz a alguien: lograr que brote una sonrisa, que
unos ojos apagados se iluminen, que unas manos gastadas sientan una caricia,
consolar en la tristeza, acompañar la soledad, hacer que renazca una chispa de
esperanza...
Oremos por todos los hermanos que sufren la extrema
pobreza y también por quienes han hecho de la riqueza un ídolo.
Mis pobres y torpes manos quieren parecerse a las
tuyas.
Dame fuerzas, Señor, para que permanezcan extendidas
acogiendo entre sus palmas a los más necesitados.
¡Nosotros somos
la herencia de una sangre que nos dio la vida!
¡Somos el
granero que acoge esta gran cosecha!
¡No seamos
codiciosos en esta tierra egoísta, sintamos el llamado a repartirla como el
Sembrador con todos los hombres!
Lo que llena
nuestro corazón al final acaba convirtiéndose en lo que da sentido a nuestra
vida.
María granero
grande que recoge la cosecha del Reino, al Hijo, herencia prometida y
compartida con todos los hermanos, la humanidad, con la familia, la Iglesia.
Trabajad para
María y no os preocupéis de más.
Ya se encarga
Ella de guardaros.
Que María nos ayude a cuidar nuestro corazón para que no
dejemos de desear la felicidad que Dios quiere regalarnos.
Que teniendo los ojos fijos en las riquezas celestiales
aprendamos a usar las terrenas.
Señor, líbrame de la codicia de tener mucho dinero y
hazme generoso, como Tú.
Líbrame de la codicia de acaparar mucho poder y hazme servicial, como Tú.
Líbrame de la codicia de desear muchos caprichos y hazme austero, como Tú.
Líbrame de la codicia de ser famoso y hazme pasar por uno de tantos, como Tú
Líbrame de la codicia de poseer a las personas y ayúdame a buscar la libertad de todos, como Tú.
Líbrame de la codicia de querer ser el mejor y hazme ser hoy mejor que ayer, con tu ayuda.
Líbrame de la codicia de buscar continuamente el placer y haz que busque sólo el Amor, contigo.
Líbrame de la codicia de hacer muchas cosas y ayúdame a cumplir la voluntad del Padre, como Tú.
Líbrame de la codicia de pretender ser un salvador y hazme humilde colaborador tuyo.
Ayúdame, Señor, a poner mi confianza en ti y en las capacidades que me has dado. Amén.
Líbrame de la codicia de acaparar mucho poder y hazme servicial, como Tú.
Líbrame de la codicia de desear muchos caprichos y hazme austero, como Tú.
Líbrame de la codicia de ser famoso y hazme pasar por uno de tantos, como Tú
Líbrame de la codicia de poseer a las personas y ayúdame a buscar la libertad de todos, como Tú.
Líbrame de la codicia de querer ser el mejor y hazme ser hoy mejor que ayer, con tu ayuda.
Líbrame de la codicia de buscar continuamente el placer y haz que busque sólo el Amor, contigo.
Líbrame de la codicia de hacer muchas cosas y ayúdame a cumplir la voluntad del Padre, como Tú.
Líbrame de la codicia de pretender ser un salvador y hazme humilde colaborador tuyo.
Ayúdame, Señor, a poner mi confianza en ti y en las capacidades que me has dado. Amén.
Hoy celebramos la festividad del gran Papa san Juan Pablo
II, pastor fiel y misericordioso, a quien Dios le encomendó la ardua tarea de
preparar al rebaño de la humanidad para que atravesara el umbral del Tercer
Milenio, en el inolvidable Jubileo del Año 2000.
Quedarán para siempre en la historia las imágenes del
Papa deportista y peregrino, alegre y vivaz, dolorido y enfermo, paciente y
siempre amante de los demás.
¡San Juan Pablo II, ruega por nosotros!
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