La presencia del Reino de Dios




“¿Cómo no sabéis interpretar 
el tiempo presente?“ 
(Lc 12,56).

Jesús trae la última palabra del Padre a la humanidad; sin embargo los hombres no tienen la habilidad suficiente de descifrar los signos del reino presente en Jesús.
Descubre las pequeñas señales del proyecto de Jesús que están brotando en nuestro momento histórico. 
Da gracias a Dios por ellas.

Tu reino es vida, tu reino es gracia, tu reino es justicia, tu reino es verdad, tu reino es paz, tu reino es amor.
¡Venga a nosotros, tu reino, Señor! 

Saber descubrir el amor de Dios en cada momento es vivir atento.
La vida del cristiano no es estática.
Es movimiento continuo.
Dios nos sorprende diariamente.
Lo realmente inteligente es darle gracias cada día por su amor y por el amor de las personas que quieren nuestro bien.

Quien vive con esperanza, escudriña cada día el horizonte en busca de aquello que le anuncia lo que espera.
Se prepara para recibir, para acoger.
Mantiene los ojos y la conciencia bien despiertos.
Redobla cada día la confianza.

Abrir los ojos, respirar, caminar,
sentir que estamos vivos, querer,
la familia, los amigos, la fe, la ilusión...
Agradecidos con tantas bendiciones.

ESTAR ATENTO
Estar atento a la vida, a la gente, rostros, nombres.
Y darles la bienvenida.
Estar atento a la realidad, a sus colores, brillos, textura.
Y acogerlos con verdad.
Estar atentos al mundo, a sus gritos, susurros, caricias.
Y vivir en ellos fecundo.

Descubramos en los pequeños detalles de nuestra rutina la presencia del Reino de Dios.
Démosle gracias por haber sido ungidos en nuestro bautismo como profetas llamados a sembrar la luz de la fe.

Saber discernir el tiempo presente.
Ante la incertidumbre de estos tiempos, es bueno dejarnos acompañar por el corazón misericordioso de Dios

- Señor, que sepa leer tu Voluntad en mi vida.
 Dame, Señor, unos ojos abiertos para ver la realidad
y la sabiduría de tu Espíritu para saber lo que debemos hacer.

El verdadero discípulo es el que mira la vida en profundidad y procura la paz a su alrededor.
Es el que no se deja atrapar por el remolino de la falta de perdón y practica la misericordia y la reconciliación.
Es, en definitiva, el que no almacena la gracia sólo en beneficio propio, sino que su vida refleja la salvación que gratuitamente Dios concede a todos los hombres.
Así nos quieres Dios, hombres y mujeres que andemos conforme a la vocación a la que hemos sido convocados como afirma Pablo a los cristianos de Efeso:

“Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz”.

Desde todos los rincones
me está llamando tu voz.
Siento tu mirada
en muchos ojos que me miran.
Oigo tu palabra
en muchas voces que me gritan.
Y en aquellos que me necesitan,
veo tu mano extendida.

Eres Tú quien me pregunta

cuando veo ese niño hambriento,
o esa madre extenuada
con su hijo a la espalda.
Sé de muchos hombres
que no oyen tu evangelio,
y de otros que malviven
en chabolas malolientes,
y de muchos más que roban
para poder seguir viviendo.
Y todos ellos me gritan en silencio
que no viva tan tranquilo.
¿Qué puedo hacer yo?

Esos niños que juegan en el barro

porque no hay sitio para ellos
en la escuela,
y ese hombre sin ganas de vivir
porque no encuentra sentido a su vida,
y tantos que sufren en las cárceles,
y los que, libres, no tienen libertad,
porque otros les niegan la palabra...
Pero también en todos ellos,
y desde todos los rincones de la tierra,
me está llamando tu voz.


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