"¿Cómo hacerme prójimo?"
“¿Cuál de estos tres te parece
que se portó como
prójimo
del que cayó
en manos de los bandidos?”
(Lc 10,36)
El Evangelio de hoy nos plantea una gran pregunta y un
gran reto... ¡amar al prójimo!
Actuar como el
sacerdote o como el samaritano.
¿Eres de los que pasa de largo o de los que paran en el
camino?
Pasar de largo como aquél que no afronta la injusticia
para no mancharse con ella.
Fluir por la vida como aquél que desprecia las
diferencias de otros.
O conmoverse.
Detenerse.
Entregar todo en la vida para reconstruir lo roto y
recuperar lo herido
Jesús dice claramente en esta parábola que todo ser
humano, que se aproxima con amor hacia las personas necesitadas, es el
verdadero prójimo aunque sea un extranjero.
Fíjate que el que tiene el secreto de la vida eterna es
una persona que siente lástima, tiene un corazón compasivo y expresa su amor
con gestos llenos de ternura y de amor misericordioso.
“Ve, y procede de la misma manera”.
Hacer obras buenas, no solo decir palabras que van al
viento
¿Me hago prójimo o simplemente paso de lado?
¿Soy de aquellos que seleccionan a la gente según su
propio gusto?
Al final seremos juzgados sobre las obras de misericordia
(Francisco)
Dame, Señor, un corazón nuevo, compasivo y misericordioso,
como el tuyo.
Para ir al camino de la vida a levantar a los caídos, curar sus
heridas, y dar la mano a todos.
¿Quién es mi
prójimo?
Aquel que
encuentro en el camino.
Aquel que está
caído, herido, abandonado.
"Amarás a
tu prójimo como a ti mismo".
Es decir
cuidarás, atenderás, socorrerás, levantarás...
Si me pregunto
quién es mi prójimo ya doy un rodeo... mejor preguntarme
"¿Cómo
hacerme prójimo?"
Benedicto XVI en
su primer Encíclica “Dios es caridad” nos da una definición, comentando
precisamente este Evangelio, donde dice:
“Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y
que yo pueda ayudar”.
Prójimo es cualquiera que está triste y yo puedo llevarle un poco de alegría.
Prójimo es cualquiera que está solo y yo puedo hacerle compañía.
Prójimo es cualquiera que tiene hambre y yo puedo darle de comer.
Prójimo es cualquiera que está enfermo y yo puedo visitarlo.
Prójimo es cualquiera que está triste y yo puedo llevarle un poco de alegría.
Prójimo es cualquiera que está solo y yo puedo hacerle compañía.
Prójimo es cualquiera que tiene hambre y yo puedo darle de comer.
Prójimo es cualquiera que está enfermo y yo puedo visitarlo.
Prójimo es cualquiera que está necesitado y yo puedo hacer algo por él.
Prójimo es cualquier extranjero que se siente solo y yo puedo acompañarle.
Prójimo es cualquier desconocido y a quien yo puedo saludarle cordialmente.
Prójimo es cualquiera que vive lejos y a quien yo puedo acercarme.
La invitación es
clara, al igual que toda la Palabra de hoy, de ella brota la oración que lleva
al compromiso:
¡Haznos, Jesús,
prójimos de tantos hermanos heridos!
Siguen
necesitándose buenos samaritanos que levanten a tantos golpeados por la vida.
Practicar la
misericordia cambia la vida, no deja indiferentes, mueve a darse, nos hace
hombres y mujeres nuevos, nos lleva a construir una historia donde el
protagonista es el otro
Cada uno de
nosotros es el hombre herido y Jesús, el samaritano que se acerca y nos cura (Francisco).
¡He de pedir
perdón por tantos hermanos dejados en el camino heridos por mi cobardía!
No podemos decir
Padrenuestro si no sentimos y tratamos al otro como hermano.
Sólo cuando me
rindo y decido vivir cada situación siguiendo el estilo de Jesús, encuentro
paz.
En cada decisión se pone en juego el Evangelio.
Y aunque a veces
cueste ponerla en práctica, la palabra de Dios es gozo para el alma.
María nunca
pasará de largo ante nuestro dolor.
¡María, tú eres
el aceite y vino que cura nuestras heridas!
Dame, Señor, unos ojos de fe
para descubrir que Tú eres
mi buen samaritano.
Te duelen mis sufrimientos
y te acercas a mí para curarme
en los niños y en las personas sencillas,
en todos los que me ofrecen amor y perdón,
en la belleza de la creación,
en la celebración de la Eucaristía
Tú compartes conmigo tu amor,
tu palabra, tu Cuerpo y tu Sangre.
Que la fuerza de tu Espíritu
me impulse a ser buen samaritano.
Señor, danos una mirada y un corazón
que no pasen de largo
ante las personas necesitadas
de atención, alimento o esperanza.
Que la Comunión contigo me ayude a
romper mis planes y compartir mi tiempo y mi dinero,
a trabajar por una Iglesia
que sea compasiva y samaritana.
para descubrir que Tú eres
mi buen samaritano.
Te duelen mis sufrimientos
y te acercas a mí para curarme
en los niños y en las personas sencillas,
en todos los que me ofrecen amor y perdón,
en la belleza de la creación,
en la celebración de la Eucaristía
Tú compartes conmigo tu amor,
tu palabra, tu Cuerpo y tu Sangre.
Que la fuerza de tu Espíritu
me impulse a ser buen samaritano.
Señor, danos una mirada y un corazón
que no pasen de largo
ante las personas necesitadas
de atención, alimento o esperanza.
Que la Comunión contigo me ayude a
romper mis planes y compartir mi tiempo y mi dinero,
a trabajar por una Iglesia
que sea compasiva y samaritana.
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