Te doy toda mi pobreza.




“Tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra” 
(Mt 25,25)


¡Qué malos de digerir son los límites!
Da tanta vergüenza verse pobre, que uno tiende a esconder las pobrezas.
Pero Dios hace maravillas en el pobre.
Recuerda a aquella mujer que entregó lo poquito que tenía y que fue presencia alentadora para Jesús porque en aquel pequeño gesto había mucho amor.
Recuerda a María que, lejos de esconder su pequeñez, la abrió de par en par ante Dios para que la besara, y de su pequeñez le nació una hermosísima canción.

Te doy toda mi pobreza.
Tú, haz lo que quieras.
Yo cantaré con mis hermanos tu amor.   

Señor, tú nos has confiado muchos talentos, muchas capacidades, muchas posibilidades de crecer y servir. (Los recordamos)

Hay talentos muy vistosos: la simpatía, la facilidad de palabra, la fuerza física... Otros talentos están más ocultos: la capacidad de amar, de escuchar, de rezar...

Señor, gracias por todos los talentos he recibido a lo largo de mi vida. Dame sabiduría para reconocer hasta los talentos más ocultos y aquellos que crecen en mí cuando me acerco a ti  a los hermanos.

No permitas que, en vez de agradecer los talentos recibidos, esté continuamente echando de menos los que han recibido otros.

Señor, gracias por todas las personas, por todas las situaciones complicadas que me ayudan a descubrir y desarrollar talentos nuevos, desconocidos.

Gracias por ayudarme a poner mis capacidades al servicio del prójimo y del necesitado, de un mundo más hermoso, de una iglesia más evangélica y evangelizadora.

Te pido perdón porque no he trabajado todos los talentos, porque muchos han acabado escondidos bajo tierra.

Señor, ayúdame a conocer, valorar, agradecer y trabajar los talentos recibidos. Así crecerá la alegría en mis hermanos y en mi corazón y en el tuyo. Amén.

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