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Él nos amó primero




«Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis.» (Lc 7,32)

El corazón humano, ese cofre que alberga a todas las contradicciones que puedan darse.

¡Cuántas pataletas de niños chicos, ante el Señor y los hermanos, sin dejar a los otros ni bailar ni llorar!
Pero Él sabe del barro que estamos hechos haciéndose cercano y amigo de nosotros 'borrachos, publicanos y pecadores'.

Así somos muchas veces: ni escuchamos a Juan que nos pide la conversión y anuncia el juicio de Dios, ni escuchamos a Jesús que nos habla de un Dios que es amor, que acoge a pecadores, que come con ellos, que hace fiesta por el que regresa a casa.
Cuando uno ha echado raíces en sus propias ideas y criterios y en su estilo de vivir, todo cambio nos resulta inaceptable.
Preferimos ser agua estancada que agua corriente del río.
Preferimos ser pozo manantial.
Preferimos ser lo que fuimos a lo que podemos ser.
Preferimos que el tiempo no pase, y para ello no arrancamos las hojas del almanaque.
Es decir, ni un pasado vivo, ni un futuro prometedor.
Mejor, un presente que se pudre como agua embalsada.
Ni música que nos haga bailar, ni lamentaciones que nos hagan llorar.
Total una vida que no camina ni se renueva.

A Dios se le encuentra; Dios no se impone.
Y el encuentro es un riesgo, como es oportunidad que se ofrece.
Jesús es sacramento de Dios y muchos del tiempo de Jesús y tantos otros en el nuestro, todavía no se han enterado, o no quieren enterarse.
Jesús no deja indiferente a nadie porque Él busca encontrarse, no viene a trasmitir una doctrina sino viene a compartir un nuevo estilo de vida.
Estemos atentos al sonido de la flauta en la plaza del mercado de la vida.
 Para muchos será unas cuantas notas musicales y viento.
Pero para el que se deja llevar por Él, es ya todo el fervor y la alegría de la fiesta.
Dejémosnos arrastrar por el Dios de la danza que nos invita a sones de fiesta.

No se puede amar ni se puede ser discípulo de Jesucristo sin posponer nuestros gustos, caprichos y apetencias o sin tratar de imponer a toda costa nuestra visión del mundo a los demás.

"El amor disculpa sin límites, 
cree sin límites, espera sin límites"... (1Cor 13,7)
Todo pasa.
Al final solo queda el amor que has dejado tras de ti al caminar.


Amar supone entregarse, desgastarse, ceder, renunciar... y a veces no es fácil.
Nos cansamos.
Nos tienta la comodidad.
 Amar es salir de sí, radicar la vida en el otro, en el bien común, en el Dios amor que nos une.

Deja que Jesús eche raíces en tu corazón, cada vez más profundas, cada vez más arraigadas en tu ser.
Él alivia todos los cansancios y hace las cargas ligeras.
Podemos amar, porque Él nos amó primero.

"Amigo de publicanos y pecadores" 
(Lc 7,34) 

Fue un escándalo que Jesús compartiera su mesa con los despreciados de la sociedad.
Los enemigos de Jesús jamás admitieron que predicara el Reino como gracia y no como juicio. ¿Quiénes son tus amigos?
¿Te duele toda actitud de racismo y exclusión?
Tu vida, si la aceptas, se convierte en espacio libre donde Dios puede crear todavía.   
Hazte capacidad y Dios se hará torrente para ti.

"Los discípulos de la sabiduría 
le han dado la razón" 
(Lc 7, 35)

Es difícil librarse de la influencia del «qué dirán».
 La opinión de los otros influye.
Nos gusta ser valorados y nos duele la crítica.
Vivir más preocupados del exterior que de nuestro interior nos lleva a andar como veletas al vaivén de la opinión de la gente.
Cuesta tener un criterio personal y ser coherente con nuestras creencias.

- Señor, que viva mi vida cristiana sin miedo.


Dame un corazón sencillo, Señor, para que pueda ir por la vida reconociendo las pequeñas señales de tu presencia.  

Señor, te doy gracias por todas las personas que hoy se encontrarán conmigo, cada una con su forma de pensar, sentir y actuar; todas están creadas a imagen y semejanza tuya, de todas puedo aprender algo bueno, todas me pueden enriquecer.
En el fondo, todas son un regalo tuyo.

Sin embargo, a veces estoy cerrado, agrando los defectos de las personas para no aprender de nadie, para no cambiar. Unas me parecen demasiado estrictas, otras muy permisivas, algunas poco modernas, otras demasiado avanzadas.
 Señor, ayúdame a descubrir el don de todas las personas, a seguir el mensaje que tú me ofreces a través de cada una.

Conviérteme, para ser regalo tuyo para los demás.
Amén.



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