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Mar adentro



“Rema mar adentro” 
(Lc 5,4)  

Necesitamos una fe muy grande.
Y la fe es un don de Dios.
¡Pidámosle con humildad ese grandioso don!
Ojalá que también nosotros, como Pedro, creamos en Ti, Señor y obedezcamos tu palabra: "¡Rema mar adentro y echa las redes para la pesca!".
Y entonces veremos otro milagro en nuestra vida.

La orilla es segura y puedes pasear, pero la pesca se da en alta mar, donde no haces pie.
Salir, arriesgarse, perder miedos en la vida.

'Por tu palabra, echaré las redes'
Por tu Palabra sonreiré de nuevo cada mañana.
Por tu Palabra anunciaré tu verdad aunque no la escuchen.
Por tu Palabra animaré de nuevo a los que están cansados de esperar...

Presta tu vida al Señor, rema mar adentro y, en medio del mundo, sé su voz, sus manos, sus pies y su corazón.

María nos anima a embarcarnos para que, con las indicaciones del Señor, la pesca sea abundante

¡Subamos a la barca segura!
¡Hemos escuchado su enseñanza que sedujo nuestro corazón!
¡Dejemos que la Timonela, María, la dirija mar adentro para recoger frutos de eternidad!

Gracias, Señor, porque nos llamas a remar mar adentro,
de la orilla del "no hacer mal a nadie" al mar de la santidad,
de la orilla del "compartir unas migajas" al mar de la entrega total,
de la orilla del "rezar por obligación" al mar de la amistad contigo,
de la orilla del “todo está muy mal” al mar del compromiso,
de la orilla del “me da miedo” al mar de la confianza,
de la orilla del "ir tirando" al mar de una vida plena.

No permitas que me quede estancado, en la orilla,
y guíame en la aventura de remar mar adentro,
para encontrarme con mi yo más auténtico,
para descubrir el mar inmenso de tu amor,
para gozar la alegría de la fraternidad más grande.



No es lo mismo vivir apasionadamente que sobrevivir.
No es lo mismo saber que Dios existe que vivir apasionadamente la experiencia de su amor.
No es lo mismo que Dios ocupe un lugar secundario en la vida a que ocupe el primer lugar del corazón. Quizás dediques más tiempo a la actividad que al encuentro contigo y con Dios.
¿Por qué no inviertes hoy las cosas?  

Tu gloria es que yo viva, mi Dios.
Tu proyecto, que no me quede en lo superficial.
 Envíame tu Espíritu para que me enseñe a vivir.  

Hay que dejarlo todo
en el seguimiento a Jesús.

Primero se dejan las cosas:
lo que se recibe heredado
y viene grapado al apellido,
lo que es fruto del trabajo
y lleva nuestra huella.

También hay que dejarse a sí mismo:
los propios miedos,
con su parálisis y los propios saberes,
con sus rutas ya trazadas.

Después hay que entregar
las llaves del futuro,
acoger lo que nos ofrece
el Señor de la historia
y avanzar en diálogo
de libertades encontradas
mutuamente para siempre,
que se unifican en un único paso
en la nueva puntada de tejido
.

Benjamín González Buelta, sj

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