¿Quién eres para mí?



¿Quién decís que soy yo?” 
(Lc 9,20)

Lucas nos presenta a Jesús en oración.
En un momento de diálogo y de experiencia de sí mismo y de su misión.
En esa experiencia en diálogo con el Padre, debió de plantearse el problema de cómo la gente lo iba percibiendo:
No era la curiosidad de saber cuál era su popularidad.
No era la curiosidad de saber cómo andaba en las encuestas.
Jesús no estaba en campaña electoral, ni tampoco le preocupaba el “rating” (Índice de audiencia).       .
Era el interés y la preocupación de saber si realmente la gente le estaba entendiendo y comprendiendo su Evangelio.
Por eso, la pregunta que hace sobre lo que “piensa la gente de Él” la hace en clima de oración, en clima de interioridad y comunión con el Padre.
Es como un momento de discernimiento espiritual.

Aprendamos, en el regalo del día a día, del Maestro: la oración antes, durante y después.
Los acontecimientos importantes de su vida siempre van marcados por ella.
¿Cómo podemos decir, sin orar, que eres nuestro Señor?

La oración nos acerca al conocimiento más profundo del Señor.
- Señor, que cada día te conozca y te ame más.


Pregunta decisiva la que hace hoy Jesús y según respondamos sabremos qué tipo de creyente somos.
Pedro respondió muy bien: 
"Tú eres el Mesías de Dios".
Pero con ello no queda todo resuelto, ya que la fe no se limita a una adhesión intelectual, sino que debe suscitar un compromiso personal.
Entonces ¿quién es Jesús por el que yo me comprometo?
El Evangelio de hoy responde con el anuncio de la pasión: Jesús es el hombre nuevo, totalmente entregado a la voluntad del Padre.
Es la CRUZ la que suprime todos los malos entendidos.
Nosotros creemos en un MESÍAS CRUCIFICADO.
La cruz no es un incidente en la vida de Jesús, es algo querido, estaba previsto en los planes de Dios.
La presencia de Dios se manifiesta en el camino de la cruz, es decir, en la entrega de sí mismo, en el rechazo de toda imposición, en el amor que acepta ser contradicho y aparentemente derrotado.
Y aquí radica la novedad de Cristo: en la entrega de si mismo que no se echa atrás ni siquiera frente a la muerte, donde está encerrada la victoria de Dios.
Esta es la sabiduría del corazón y esta es la novedad que puede cambiar nuestras vidas: "es dando como se recibe, y es muriendo como se resucita a la vida eterna'

Hoy Jesús nos interpela:
¿QUIEN ES EN NUESTRA VIDA?
SEÑOR TU ERES EL MESÍAS, VINISTE A SERVIR Y DAR TU VIDA EN RESCATE DE TODOS NOSOTROS

"Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?"...

Tú eres lo mejor que me ha pasado.

Esta pregunta no te la haces tú, te la hace Jesús.
Es desafiante; sólo tú la puedes responder:

En momentos de ilusión, ¿quién eres para mí?
En momentos de dolor, ¿quién eres para mí?
En momentos de perdición, ¿quién eres para mí?
En momentos de incomprensión, ¿quién eres para mí?

Aunque cada uno tenemos que dar nuestra respuesta personal, quizá nos pueda servir esta oración:

Tú eres, Jesús, el centro de la historia y del universo.
Tú eres, Jesús, mi Dios y Señor.
Tú eres, Jesús, la luz, la verdad, más aún, el camino, la verdad y la vida.
Tú eres, Jesús, el pan y la fuente de agua viva, que satisface mi hambre y mi sed.
Tú eres, Jesús, mi pastor, mi guía, mi consuelo, mi hermano, compañero y amigo de mi vida.

Tú eres, Jesús, la brújula más precisa para encontrar la felicidad.
Tú eres, Jesús, el camino más recto para construir un mundo de hermanos.
Tú eres, Jesús, el amigo más fiel y el esposo más amoroso.
Tú eres, Jesús, el que viene cuando todos se van y el que se queda cuando todos se marchan.
Tú eres, Jesús, el que se enciende cuando todo se apaga, el único que nunca falla.
Tú eres, Jesús, el sol de mis días claros y la estrella de mis días oscuros.
Tú eres, Jesús, el Salvador de mis miedos, de mis pecados, de mis dudas.
Tú eres, Jesús, el cimento sobre el que construyo mi vida y la meta a la que me dirijo.
Tú eres, Jesús, la razón de mi alegría y el fundamento de mi esperanza.
Tú eres, Jesús, mi amor, mi paz, mi Dios, mi Señor.
Contigo iré, Jesús, si Tú me ayudas. 
Contigo tomaré la cruz que nos conduce a la Vida más grande.

Juntos andemos, Señor.

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