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Por encima de todo la caridad y la justicia.




“Levántate y ponte ahí en medio” 
(Lc 6,8)  

Una nueva curación en sábado demuestra, una vez mas, la autoridad de Jesús y pone de manifiesto como Cristo consagra toda su vida a los hombres y no a las normas y leyes.
Dios salva: ése es su nombre, y no habrá nada que ponga trabas a esta buena nueva.
El Evangelio es salud y la curación del hombre con la mano paralizada es un signo de ello.

Llama la atención la actitud y el modo de comportarse que tienen Jesús y los escribas-fariseos. 
Mientras que los escribas y fariseos, a escondidas, se dedican a espiar; la actitud de Jesús es liberadora y abierta

Para Jesús la persona siempre ocupa el puesto principal.
Ninguna circunstancia, enfermedad, condición, raza, religión, pueden anular este proyecto de Dios.

¿Las leyes por encima del hombre?
¡Aprendamos de Jesús, por encima de todo la caridad y la justicia!

La ley del amor es luminosa, abierta.
No oprime sino que libera.
No se encierra en esquemas limitantes, sino que fluye y se expande de forma creativa.
Son legítimas las leyes que humanizan.

La ayuda a los demás, la defensa de los más débiles, la liberación de las personas..., el amor en definitiva, ha de ser siempre lo primero, por encima de cualquier tipo leyes, civiles o eclesiales.

La oración junto al amor, no la ley y normas, son la mejor medicina para sanar nuestras heridas y parálisis.

Necesitamos contagiarnos del espíritu de los pobres que sonríen y hacen fiesta y cantan y bailan de forma espontánea.
Este valle de lágrimas también tiene rayos de sol, risas de niños, nubes volanderas...
Respira.

Mira a los más pequeños, a los que menos cuentan, a los que están más orillados.
Levántalos con tu respeto, con tu valoración profunda.  

Tú, Señor, me sacas del anonimato. 
Me pones junto a ti. 
A tus ojos siempre valgo.

Señor, sabemos que la envidia perjudica a todos, 
al que es envidiado y al que envidia; 
pero, a veces nos cuesta mucho evitarla. 

Envidiamos un puesto de trabajo, un coche, una casa, 

un buen marido o una buena mujer, 
el carisma, el físico, la inteligencia, la fama... 
Nos parece que si no poseemos lo que deseamos 
no podemos triunfar ni ser felices del todo. 

Haznos comprender los peligros de la envidia. 

"De la envidia nacen el odio y la calumnia, 
la alegría causada por el mal del prójimo 
y la tristeza causada por su prosperidad” 
La envidia nos arma unos contra otros 
y debilita desde dentro a las familias, 
a las comunidades y a toda la sociedad. 

Danos luz y fuerza para superar la envidia, 

para valorar nuestras posibilidades y capacidades; 
para agradecer las personas que nos quieren, 
los pequeños logros que alcanzamos en la vida, 
las montañas y los ríos, los animales y las plantas, 
las cosas que nos hacen más agradable la vida. 

Danos luz y fuerza para superar la envidia, 

para ver en cada persona a un hermano, 
para no considerarlas competidoras ni enemigas; 
para admirar, alegrarme y dar gracias de corazón 
con los talentos y los éxitos de los demás, 
para saber pedir con humildad lo que necesito 
y compartir con generosidad lo que tengo. Amén. 

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