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La misericordia de Dios



“Tiene mucho amor” 
(Lc 7,47)


Un fariseo y una mujer pecadora.



Aquella mujer tenía mucho amor y lo derramó como un perfume a los pies de Jesús. 



Contempla a la mujer en medio.
La están fulminando con la mirada.
Mira cómo cuida Jesús de los débiles, como sale a favor de una mujer tan condenada.
Dile a Jesús con tus gestos que te perdone, que te devuelva la capacidad de amor perdida.

La misericordia de Dios nos sostiene.

Su perdón nos levanta constantemente, nos renueva, nos hace libres.
No somos dignos, pero es su gracia la que nos salva.




Quién soy yo para quitar la libertad a ningún ser humano.
Quién soy yo para creerme con derecho a no perdonar a quien me haya ofendido.
Si Dios nos ha dado la libertad y nos perdona siempre, quién soy yo para retener esa ofensa y encadenar a mi hermano.

No tengas miedo a amar, que el mundo se salvará por la belleza.


Padre de misericordia al que mucho ama mucho perdonas, porque eres Amor y Perdón.

Aunque caigas continuamente en tus mismas faltas,
aunque cometas esas culpas que te avergüenzan,
aunque no cumplas con tu deber,
aunque desprecies a tu prójimo,
aunque tantas veces te consideres indigno,

Yo te digo: ¡ámame como eres!
En todos los momentos de tu vida,
en cualquier situación en que te encuentres,
cuando tu alma esté llena de fervor,
cuando tu corazón sea árido y seco,
Yo te digo: ¡ámame como eres!

Si esperas ser un santo o un ángel
para entregarte al amor, no me querrás nunca;
quiero que tu amor salga de lo profundo de tu miseria,
por eso, así te encuentres en la fidelidad o en la infidelidad,
Yo te digo: ¡ámame como eres!

Yo estoy a la puerta de tu corazón y llamo, ¡ábreme!...
Déjame amarte, así, tal como eres.
No hace falta que cambies para abrirme la puerta.
Así, tal como eres, yo te amo,
te doy mi pan y mi vino, mi fuerza y mi alegría,
te doy la luz para afrontar y superar las dificultades de la vida,
te doy el Espíritu de verdad y la Sabiduría del Amor;
Te doy a mi Madre, para que te cuide como me cuidó a mí.
Yo te digo ahora y siempre: ¡ámame como eres,
y déjame que te ame así, como eres. Amén.



"Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia".

¡Tantos y tantos motivos para darte gracias, Señor!

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