Dar la vida
«En verdad os digo que no volveré
a beber del fruto de la
vid
hasta el día que beba el vino nuevo
en el reino de Dios»
(Mc 14, 12a.
22-25).
El jueves siguiente a Pentecostés celebramos la fiesta de
Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.
Jesús inaugura un estilo de sacerdocio
nuevo:
- En la última noche con sus discípulos, Jesús hizo un Gesto que resumía toda su vida y daba sentido a su muerte:
Una vida entregada, amante, servidora,
agradecida, reconciliadora, fraternal, sacrificada, continuamente pendiente de
lo que el Padre le pedía... y encomendó a sus discípulos que le tomaran el
relevo, que vivieran y entregaran su vida como él, que hicieran «aquello mismo»
en memoria suya, en su nombre.
De modo que estamos llamados a convertir
nuestra vida en una continua celebración eucarística... que haga posible que,
cuando nos reunamos en su nombre, el partir el pan sea expresión de que
continuamente nos partimos, compartimos, repartimos y entregamos a los
hermanos.
Cada uno desde su situación existencial, desde su propia vocación y
opción de vida, desde su propio ministerio y compromiso comunitario.
- El sacerdocio ya no es cosa de unos pocos.
Por el Bautismo, todos tenemos el
sacerdocio común, porque todos estamos llamados a ser pan partido y vino
derramado, a vivir nuestra vida compartiéndola, dándola, ofreciéndola.
Al
servicio de este sacerdocio común está el sacerdocio ministerial (los
presbíteros o “curas”)
- El sacerdocio ya no consiste en separarse de los hermanos, sino en acercarse a ellos con amor, hasta dar la vida.
Pidamos a María, Madre de los sacerdotes, que interceda por
nosotros para que nos presentemos con Cristo como ofrenda agradable a los ojos
de Dios y descienda sobre nosotros la gracia que todo lo transforma, eleva,
perfecciona y glorifica.
Hoy no vengo a pedirte nada.
Solo quiero decirte: gracias.
Señor, Tú eres Sacerdote, sacerdote nuevo,
que ofreciste tu palabra, tu cariño, tu vida,
que sigues ofreciéndote a nosotros en la Eucaristía,
para que todos podamos disfrutar del amor de Dios,
para enseñarnos que sólo el camino del servicio y la entrega
nos conduce a la felicidad más grande, a Dios.
Gracias, Jesús, por todos los sacerdotes
que ofrecen su palabra, su cariño, su vida,
que celebran la Eucaristía y la Reconciliación,
para que todos nos sintamos amados y perdonados,
para que a todos llegue tu luz y tu fuerza,
y recorramos, así, el camino del servicio y la entrega.
Señor, gracias porque yo también soy sacerdote.
Quiero ser agradecido y ofrecer mi vida a Dios;
en cada Eucaristía y cada momento de la jornada,
Me has llamado a entregarme a mi familia,
a mis amigos y compañeros de trabajo, a los pobres…
para que crezca en nuestro mundo la justicia y la paz.
que ofreciste tu palabra, tu cariño, tu vida,
que sigues ofreciéndote a nosotros en la Eucaristía,
para que todos podamos disfrutar del amor de Dios,
para enseñarnos que sólo el camino del servicio y la entrega
nos conduce a la felicidad más grande, a Dios.
Gracias, Jesús, por todos los sacerdotes
que ofrecen su palabra, su cariño, su vida,
que celebran la Eucaristía y la Reconciliación,
para que todos nos sintamos amados y perdonados,
para que a todos llegue tu luz y tu fuerza,
y recorramos, así, el camino del servicio y la entrega.
Señor, gracias porque yo también soy sacerdote.
Quiero ser agradecido y ofrecer mi vida a Dios;
en cada Eucaristía y cada momento de la jornada,
Me has llamado a entregarme a mi familia,
a mis amigos y compañeros de trabajo, a los pobres…
para que crezca en nuestro mundo la justicia y la paz.
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