Tiende las manos
“No es de los nuestros”
(Mc 9,38)
¿Por qué nos tememos tanto?
¡Qué bien marcamos distancias!
Los malos y los buenos, los creyentes y los ateos, los
carcas y los progres, los ricos y los pobres.
¿De dónde nos nace este afán por dividir y trazar
fronteras, cuando lo nuevo de Dios es la comunión?
Destruye toda muralla que te impida ver el sol.
Pide al Espíritu el don de poder amar a todos.
Descubre lo valioso en los otros, reconoce la bondad
ajena.
No te cierres al que es distinto y tiene otras ideas.
Busca puntos de encuentro, tiende la mano a todos los que
quieran luchar contra los demonios de nuestro mundo.
Lo que importa no es estar en el bando “correcto”, sino
servir al hombre y aliviar su sufrimiento.
Padre, si todos son
tus hijos, ¿cómo es que no son mis hermanos?
Espíritu de amor,
recrea la comunión en mi corazón.
No todos están a
favor nuestro, ni todos en contra nuestro, Señor.
Aquellos que comparten la misma fe, aunque sean de otro grupo, son de los tuyos, son de los nuestros.
Los que trabajan por la justicia y la paz son de los tuyos, son de los nuestros.
Los que defienden la vida de todos y en especial de los más pobres, de los niños, también de los no nacidos, de los enfermos... son de los tuyos, son de los nuestros.
Ábreme los ojos para descubrir que hay muchas personas (casi todas) que son de los tuyos, de los nuestros.
Gracias por las maravillas que tu Espíritu realiza en el corazón de las mujeres y los hombres
que, aunque no parezcan de los nuestros, aunque abracen otros credos o no crean en Dios,
aunque voten a otros partidos políticos, canten otras canciones y hablen otros idiomas,
están movidas por tu mismo Espíritu.
Aquellos que comparten la misma fe, aunque sean de otro grupo, son de los tuyos, son de los nuestros.
Los que trabajan por la justicia y la paz son de los tuyos, son de los nuestros.
Los que defienden la vida de todos y en especial de los más pobres, de los niños, también de los no nacidos, de los enfermos... son de los tuyos, son de los nuestros.
Ábreme los ojos para descubrir que hay muchas personas (casi todas) que son de los tuyos, de los nuestros.
Gracias por las maravillas que tu Espíritu realiza en el corazón de las mujeres y los hombres
que, aunque no parezcan de los nuestros, aunque abracen otros credos o no crean en Dios,
aunque voten a otros partidos políticos, canten otras canciones y hablen otros idiomas,
están movidas por tu mismo Espíritu.
Gracias, Señor.
Una lectura magnífica.
ResponderEliminar