Solos no podemos




"Os conviene que yo me vaya" 
(Jn 16,7)  

Cada día, como decía Santa Teresa de Lisieux, "hacer de lo ordinario algo extraordinario".

La vida cotidiana a veces es rutinaria.
¿Qué es lo que la hace novedosa, la llena de color y de sabor? 
Vivir cada momento desde un corazón agradecido, un corazón que se baña cada día en el Amor que lo sustenta y lo ilumina todo.


Solos no podemos.
Pero no estamos solos.
Dios está con nosotros.
Su Espíritu se funde con lo más íntimo de nuestro ser.
Su aliento nos da vida. 
Su fuerza nos fortalece.
Si le dejamos hacer, transforma la vida entera.

Las ausencias de los seres queridos nos provocan una tristeza infinita y difícil de calcular.
"Conviene que yo me vaya", dice Jesús.

Algo nuevo nace tras cada ausencia.
Tengamos los ojos atentos y el corazón preparado.

“Os conviene que yo me vaya.”
En las cosas de la vida y de la fe necesitamos tiempo y perspectiva para aceptar lo que nos entristece, lo que nos duele, lo que nos sobrepasa, lo que nos incomoda...
La vida y la fe son un misterio que se acoge.

Algo nos pone a prueba cada día y se convierte en ejercicio cotidiano: la confianza.
Las heridas recibidas nos vuelven desconfiados.
Pero aprender a confiar en el poder del amor de Dios es la madurez de la fe y la alegría de la vida.

Cuando Jesús se va y parece que ya no puede darles nada, les da el regalo mejor: el Espíritu Defensor.
El Espíritu, que le va a acompañar en el camino de la alegría, de la experiencia de Dios en lo más profundo de sí mismos.
Él va a transformar su miedo en valiente testimonio.

Orar es acoger el don del Espíritu y aprender a caminar con su luz y verdad.    

Jesús, a veces me siento solo,
se alejan las personas que más quiero,
no tengo más remedio que dejar los caminos de siempre
porque la vida me lleva por senderos nuevos.

¡Cuánto me cuesta cambiar, Señor!
No quiero avanzar por miedo a perder lo que tengo.
Pero hay una luz que me atrae: tu luz
y una voz que me dice: "No tengas miedo, no te pares"

Necesito sentir, o al menos saber, que me acompañas,
Quiero emprender contigo la aventura de vivir cada día
con la confianza de que Tú nunca defraudas
al que confía en Ti y procura seguir tus caminos.

Ayúdame a creer más, a apoyarme más en Ti,
a valorar la fuerza que has puesto en mi corazón,
a descubrir la belleza de una sonrisa desconocida,
a afrontar la vida con ilusión, esfuerzo y esperanza. 
Amén.


Señor mío, te doy gracias por haber descubierto tu presencia en mi vida. Te confieso que me cuesta mantener el equilibrio mental y espiritual sino me dispongo a conversar contigo en la oración
Mi alma busca tu Paz desde el comiendo del día para fortalecer mi seguridad y salir confiado a librar mis batallas. 
Mi corazón se siente vacío sino recibe las inspiraciones del Espíritu Santo con el que me das alegría y nueva vida.
Tú llamas al Espíritu Santo el gran Consolador, porque Tú y el Padre me lo han enviado para consolarme en las tribulaciones, para alentarme y fortalecerme en tu amor y en cada obra que en tu Nombre realice.
El Espíritu Santo es mi amigo incondicional, es un peregrino silencioso que acompaña al alma y con su gracia me hace vivir enfocado en tu Palabra. 
Quiero que sea Él siempre mi consuelo y mi fortaleza.
Dame, Señor mío, sabiduría para poder siempre reconocerlo y agradecerle su presencia en mi vida, por todo lo bueno que me ha dado y por hacerme cumplir con los buenos propósitos.
Como buen Consejero de mi alma, el Espíritu Santo me alienta a vivir unido a tu misericordia. 
Como fuego esperanzador, aviva la llama de mi Fe y restaura las gracias que con mis faltas me había separado de Ti
Quiero vivir de acuerdo a sus inspiraciones, atento a percibir su llamado y su dulce voz que me invita a socorrer a los que no han logrado conocerte.
Enséñame a amar, oh Santo Espíritu, a ser mejor, a no esperar recompensas por hacer el bien y a recibir tus consuelos con un corazón abierto. Amén

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