Santiago nos trajo el tesoro de la fe.
“El hijo del hombre
ha venido para servir y dar su vida”
(Mt 20,28).
¡Qué bien describen a Jesús estas palabras!
Vino para dar vida a todos.
Dio vida sirviendo a todos.
Imagina a
Jesús a tu servicio, dándote lo mejor.
Asómbrate de la locura de ese amor.
No sé qué decir, Señor.
No sé casi nada.
Solo sé que me amas con un amor que no termino de entender.
“No será así entre
vosotros:
el que quiera ser grande entre vosotros,
que sea vuestro servidor”
(Mt 20,26)
Santiago y su hermano se acercan a Jesús
acompañados por su madre, buscando honores y privilegios.
Sin embargo, el Señor les va cambiando el corazón,
poco a poco descubren que ser grande y ser servidor es lo mismo y que el mayor
título de un seguidor es dar la vida como el Maestro.
“Señor, a veces te seguimos buscando sólo ventajas
cambia nuestro modo de pensar y haznos buenos seguidores tuyos.”
No sabemos porque se enfadan los otros discípulos.
Quizá ellos estén buscando lo mismo que los
Zebedeos, aunque no se atrevan a expresarlo.
En todo caso, esa no es la actitud adecuada, el que
está equivocado necesita comprensión y paciencia.
Sólo así podrá cambiar.
Santiago, como todos los apóstoles, es mensajero
del Evangelio.
Según dice la tradición, evangelizó España, en
medio de toda clase de dificultades.
Hoy es un buen día para dar gracias a Dios por el
tesoro del Evangelio, anunciado por Santiago y por los cristianos que tomaron y
transmitieron la antorcha de la fe hasta llegar a nosotros, una antorcha que
tenemos que seguir transmitiendo.
Apóstol Santiago, tú que fuiste alentado en tu fe
por la Virgen del Pilar:
Danos valor para vivir y no sucumbir ante las
presiones, las dificultades, llevando con nosotros siempre el Amor de Dios.
Danos valor en la lucha, para que no decaigamos
Danos ilusión en la palabra, para que tenga sabor a
Dios
Danos empeño en el trabajo, para que no nos
desanimemos
Danos visión de futuro, para que no nos quedemos en
el presente
Danos oración en lo que hacemos, para que no seamos
activistas
Danos silencio en el ruido, para que escuchemos la
voz del Señor
Danos agua en el camino, para que renovemos nuestro
Bautismo
Que sepamos vivir, el camino de nuestra existencia,
con los pies en la tierra, con los ojos en el cielo, con el corazón en el
Evangelio y con el pensamiento en la eternidad.
Amén.
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