La misericordia debe prevalecer en nuestra vida
“¿Cómo es que vuestro
maestro
come con publicanos y pecadores?”
(Mt 9,11).
La genialidad de
Jesús estuvo en desplazar el centro de la religión, sacándola del templo y de
las manos de los profesionales de los rituales.
Para ponerla en el centro de la vida.
El centro que está en la bondad, en la honradez, en la justicia, en el
respeto, en el amor.
O sea, en
lo que nos hace felices y contagia felicidad.
Por ejemplo, compartir el cariño y la buena mesa con
aquellos con quienes nadie quiere compartir nada.
En esto está el centro del
Evangelio.
Es extraño que Jesús se acerque y se haga amigo de los
pecadores.
Extrañó entonces y extraña ahora.
Contempla a tu comunidad
cristiana.
Descubre en ella una asamblea abierta, una casa de comunión para
todos los excluidos.
Sentado a con mis
hermanos para compartir el pan,
te alabaré, Señor.
El Papa Francisco
comenta así el texto evangélico: "Jesús miró a Mateo con amor
misericordioso y lo eligió".
Insiste en la mirada: "Una mirada
cargada de misericordia que perdonaba los pecados de aquel hombre"
haciendo de él uno de los Doce.
Por eso debe responder a la crítica de los
fariseos:
ante Dios no se puede
dividir a las personas en justos y pecadores: todos somos pecadores invitados a
acoger el amor misericordioso del Padre.
- Gracias, Jesús, por sentarte a la mesa con nosotros.
Que aprendamos que la
misericordia
debe prevalecer en nuestra vida.
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