La buena tierra
“Salió el
sembrador a sembrar”
(Mt 13,3)
Salió Jesús de su casa, salió de la casa del
Padre para encontrarse con la humanidad, con nosotros.
En la oración, Dios toma siempre la
iniciativa.
Podríamos decir que Dios nos llama, antes que
nosotros le respondamos.
La oración es don de Dios.
“Señor,
gracias por acercarte a mí.
Gracias por poder orar”
Y la gente acudió.
Y la gente acudió.
Dios se acerca, pero también nosotros tenemos
que acercarnos, tenemos que salir de nuestra casa, de nuestras tareas
cotidianas, incluso de los lugares habituales para encontrarnos con Jesús.
La oración es tarea nuestra.
“Señor, perdona y cura nuestra pereza para
rezar”
“Danos fuerza para salir a tu encuentro cada día”
“Danos fuerza para salir a tu encuentro cada día”
Empezamos a leer la enseñanza de Jesús en parábolas.
Cada una es una invitación a reflexionar sobre el Reino que él predica
y vive.
Les hablaba en parábolas, con sencillez, con
ejemplos que pudieran entender, acomodándose a su forma de ser...
También nosotros estamos llamados a anunciar
el evangelio con un lenguaje apropiado, que pueda ser comprendido.
“Señor danos sabiduría para proclamar el
Evangelio”
La Palabra nos presenta el rostro glorioso de Jesús, que sigue saliendo
a sembrar su amor a la humanidad con la ilusión de un sembrador.
Prepárate con el silencio para la escucha de la Palabra.
Prepárate con la soledad para la comunión con Jesús.
Abro mi corazón a tu semilla, Señor,
y me quedo a la
espera de que florezca.
A pesar de los fracasos (semilla del camino, en terreno pedregoso,
entre abrojos), siempre hay una parte de la semilla que cae en tierra buena y
fructifica: vale la pena no desanimarse y continuar sembrando con esperanza.
Y también reconocer que no todo en nuestra vida es "tierra
buena".
- Gracias, Señor Jesús,
- Gracias, Señor Jesús,
porque tu palabra es sembrada
continuamente en
nuestros corazones.
Haz que la
sepamos acoger
y la dejemos fructificar.
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