Contagiar

 


"Te doy gracias, 
Padre, Señor del cielo y de la tierra."
 (Lc 10,21-24).


Hoy el profeta Isaías nos da algunas pinceladas del Mesías, anuncia que «brotará un renuevo del tronco de Jesé y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el Espíritu del Señor». (Is 11,1-2).

Jesús se sentía muy amado por su Padre, por eso vivía agradecido. Y no porque todo le fuera bien, sino porque reconocía que vivir ya es un regalo. A la vida regalada solo se la puede acoger, no despreciar, apartar lo que no nos gusta. No se trata de elegir lo bello, lo cómodo, lo inteligente, y rechazar lo roto, lo feo, lo enfermo. Jesús agradece a Dios que le acompañe en cada momento de su vida. Cuando los pobres acogen el Reino de Dios, y cuándo en Getsemaní, le pide que no le deje sólo.


Su Palabra no pasa por encima de nosotros, se queda, empapa y cala. Él llama, llama siempre, su Palabra es una llamada permanente a la conversión, al movimiento, al compromiso, a responder. No dejemos que suene mucho, contestemos rápido. Oímos que nos quiere, respondamos con amor. Oímos que nos envía, contestemos con prontitud y salgamos al camino.

CONTESTAR

Queremos contestar a tu llamada,
responder a tu propuesta.
Queremos que tu Palabra
sea camino de encuentro.
Queremos abrir los oídos
para que cada susurro tuyo lo podamos escuchar.

Queremos estar en línea contigo,
que no te alejes de nuestra vida.
Queremos responder con la vida,
no solo con las palabras.
Queremos aceptar tu mensaje,
disfrutarlo al hacerlo vida.
Queremos que tu llamada sea compartida,
con los hombres y mujeres de este mundo.

Queremos escucharte con atención,
en el silencio que nos hace no perder detalle.
Queremos estar contigo,
aceptar todas tus invitaciones a seguirte.


(David Oliver, carmelita)


«Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los pequeños»
Las cosas de Dios no se manifiestan en la grandeza ni en el ruido sino en la brisa y la sencillez de la vida. Nunca nos creamos estar por encima de otros sino aprendamos a vivir como hermanos.

Dar gracias por ser pequeños. Por no saber grandes cosas ni entender demasiado de algo. Reconocernos dependientes y limitados ante Quien nos da todo generosamente. Bienaventurados, porque vemos con los ojos del corazón, lo esencial de todo y de todos.

Para dejarnos llenar del Espíritu y su alegría necesitamos tiempos de silencio y oración, apertura y gratitud. Esos son los sencillos: los que abren su corazón a la Palabra e Dios y se dejan transformar por ella.

Hay que dejar de lado el pesimismo. ¡Déjate contagiar por la alegría del Evangelio! ¡Compártela con los demás!


 

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Señor, enséñame a orar"

Gracias, Señor.

Colaborar con el Señor