Esperar

 

 


"Velad, pues no sabéis 
cuándo vendrá el señor."
(Mc13,33-37).

El Señor ya está, pero lo tenemos que reconocer. Su presencia es real y transforma toda la realidad. Pero si no tengo la mirada del alma activada, es como si les regalan perlas a los cerdos. Estar atentos es sinónimo de expectantes, de entusiasmados. Es la espera feliz en el aeropuerto sabiendo que llega a quien tanto se ama. El Adviento no es la espera aburrida e impaciente. Es la creatividad y la alegría de quien sabe que llega con seguridad el que está deseando planificar nuestras vidas.

Siempre hay dificultades, pero estamos felices por la próxima llegada de Jesús. Es momento de preparar nuestro hogar, de preparar nuestro corazón.


Aviso para navegantes. No podemos vivir dormidos. Los tiempos que vivimos reclaman toda nuestra atención: "Estad en vela, vigilantes". No sabemos cuándo será el momento decisivo. Por eso tenemos que evitar, cuando llegue el Señor, que nos pille dormidos. Espera vigilante.

Encendamos nuestras lámparas, y vayamos al encuentro de Jesús... ¡Qué viene!

¡Muy atentos! Tenemos que despertar en nosotros la vigilancia. Estar muy atentos a todas las señales, a todas las llamadas que se nos presenten para poder descubrir y acoger su venida. Tenemos que mirar bien a nuestro alrededor y ser capaces de mirar profundamente, de no quedarnos con lo superficial. Nuestra tarea en Adviento es preparar la mirada para que sepamos pasar de lo superficial y superfluo a lo profundo y de verdad.


Estad atentos, vigilad. No sabemos cuándo es el momento. Velad. No nos encontremos dormidos por la comodidad, la satisfacción, las falsas seguridades ni el miedo.

 

 

 

La huella

¿Cuál será la huella
que me lleve hasta tu encuentro?
No quiero vivir errante y vacío
quedándome sólo en tus huellas.

¿Se llamará salud, o enfermedad?
¿Se presentará con el rostro del éxito
o con el cansancio golpeado del fracaso?
¿Será seca como el desierto
o rebosante de vida como el oasis?
¿Brillará con la transparencia del místico
o se apagará en el despojo del oprimido?

¿Caerá sobre mí como golpe de látigo
o se acercará como caricia de ternura?
¿Brotará en comunión con un pueblo festivo
o en mi indecible soledad original?
¿Será la historia brillante de los libros
o el revés oprimido de la trama?

No importa cuál sea el camino
que me conduzca hasta tu encuentro.
No quiero apoderarme de tus huellas
cuando son reflejo fascinante de tu gloria,
ni quiero evadirlas fugitivo
cuando son golpe y angustia.

No importa lo que tarde en abrirse
el misterio que te esconde,
y toda huella tuya me anuncia.
Todo mi viaje llega al silencio y a la espera
de mi «no saber» más hondo.
Pero «yo sé» que ya estoy en ti
cuando aguardo ante tu puerta.


(Benjamín G. Buelta, sj)


 

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