Somos moradas de Dios
“El que me ama guardará mi palabra,
y mi Padre lo
amará,
y vendremos a él y haremos morada en él…
El Espíritu Santo será quien os
vaya recordando todo lo que os he dicho”
(Jn 14,23.26)
Dios quiere hacer morada en tu corazón.
Por el Espíritu nos convertimos en morada Dios.
De ahí la santidad de la persona humana.
Santidad que es don que se da a todos los cristianos.
La persona espiritual es la que vive siguiendo las
intuiciones que el Espíritu le concede.
No se trata de privilegio alguno.
Es deseo y decisión de seguir el Evangelio y una escucha
atenta a lo largo de la vida.
No se aprende una vez.
Hay que actualizar la escucha.
Jesús revela que somos morada de Dios.
Cada persona, de la raza, cultura, religión que sea,
es santuario de Dios.
Cada ser humano, también los más orillados, es lugar
de Dios.
Conocer esta verdad es la fuente de nuestra mayor
autoestima y el estímulo mayor para trabajar por la dignidad de toda persona.
Vive este día como una oportunidad que Dios te ofrece de
responder a su amor.
Sopla sobre mis brasas, Espíritu de amor, que no
quiero que se me apague el amor en los adentros.
SAN ISIDRO LABRADOR.
Agricultor
de Madrid (siglo XI), la tradición popular conserva el recuerdo de su espíritu
de oración y de su generosidad hacia los indigentes:
«Haceos ricos
haciendo buenas obras, dice el Señor. De estas riquezas tenéis que hacer
ostentación, estas son las que tenéis que sembrar. Sembrad, aunque no veáis
desde ahora lo que tenéis que recoger» (S. Agustín).
Ejemplar y de buen corazón
nos invitas, lejos de perdernos en la tierra de cada día,
a mirar más allá del simple arado o dulce siembra.
Danos, San Isidro, ilusión por el trabajo del alma
Encontrar, en la oración,
el mejor arado para nuestra vida de piedad
Saber que, en la lluvia de la Gracia,
es donde está el futuro de nuestra existencia
Ayúdanos, con tus manos curtidas,
en afanarnos no solamente por el alimento de cada jornada
sino, también, en acariciar soñando
la hacienda que nos aguarda
más allá del áspero surco del día a día.
Tú que, cavaste pozos buscando el agua,
haz que también broten de los manantiales de nuestro vivir
el agua fresca de la caridad para los que necesitan
la tibia para los que sufren
y la de la fortaleza para los que dudan.
Tú, que en luces del alba, acudías hasta el sagrario
empújanos a postrarnos, y no permanecer de pie,
ante el que siendo Rey de Reyes,
no dudó en arrodillarse ante nuestra débil humanidad.
Tú que tuviste a los animales como confidentes y amigos
ayúdanos a que, nunca las mascotas,
sean más importantes que la vida que gime en un vientre humano.
Tú, que supiste de engaños y de traiciones,
de mentiras y de envidias, de celos y de habladurías
inspíranos un corazón dulce y afable
para soportar la contrariedad cuando, sabemos,
que tarde o temprano asomará y amanecerá la verdad.
Ayúdanos, San Isidro, a cuidar la espiga de la fe
para que, cuando Dios aparezca a por la cosecha,
la encuentre dorada y en su punto
y fortalecida por la Palabra, la justicia,
la alegría, la esperanza y el ansia de vida eterna.
Amén.
J.Leoz
Comentarios
Publicar un comentario