La alegría de ser cristiano
"Nadie os quitará vuestra alegría"
(Jn
16,22)
En los momentos difíciles sobran las palabras y muchas
veces también los consejos.
Ante decisiones importantes estamos completamente solos y
al cabo del tiempo podemos explicarlo con cierto humor.
Actuar según dicta nuestra conciencia puede acarrearnos
mucha incomprensión.
Podemos sentirnos juzgados incluso en nombre de Dios.
Es el momento de la confianza en Aquel que nos ha
asegurado su presencia.
Así lo vivieron los apóstoles.
- Señor, que te ame por encima de todo.
Luego del dolor y la tristeza queda la alegría de
Jesús
Compara Jesús su muerte y resurrección a los dolores de
parto de una mujer y al gozo de ésta cuando tiene a su criatura entre los
brazos.
Cuando los discípulos vean el triunfo de Jesús y su
presencia en medio, su alegría será permanente.
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida
entera de los que se encuentran con Jesús” (EG 1).
Vive con alegría.
La alegría es la mejor respuesta que puedes dar a Dios,
la mejor fragancia que puedes ofrecer a los demás.
Señor, cada día me miras a los ojos para ver si estoy
alegre.
Señor, cada día vienen a mí los tristes, ayúdame a
darles tu alegría.
Señor, a veces me toca llorar y lamentarme, mientras
alrededor me parece que el mundo se divierte, que todo el mundo tiene motivos
para la alegría.
A veces estoy triste, me pesan tus palabras, me falla el amor o me falta tu justicia.
A veces estoy triste, me pesan tus palabras, me falla el amor o me falta tu justicia.
Pero confío en tu promesa.
Sé que mi tristeza se convertirá en alegría.
Como la mujer que va a dar a luz y está preocupada antes del parte; cuando ha nacido su bebé ya no se acuerda del temor, y al tener a su hijo en brazos no puede contener la alegría.
Como el niño que espera, con desasosiego, un regalo que no termina de llegar, pero que cuando al fin lo tiene se entrega al juego con júbilo.
Como el hombre que no encuentra trabajo y pelea con el desaliento, pero el día que al fin consigue un contrato es el más feliz del mundo.
Como el enfermo que recibe un diagnóstico liberador.
Como la mujer que va a dar a luz y está preocupada antes del parte; cuando ha nacido su bebé ya no se acuerda del temor, y al tener a su hijo en brazos no puede contener la alegría.
Como el niño que espera, con desasosiego, un regalo que no termina de llegar, pero que cuando al fin lo tiene se entrega al juego con júbilo.
Como el hombre que no encuentra trabajo y pelea con el desaliento, pero el día que al fin consigue un contrato es el más feliz del mundo.
Como el enfermo que recibe un diagnóstico liberador.
Como el enamorado que se atreve a declararse, y
descubre por fin que su amor es correspondido.
Yo a veces estoy triste, pero luego, de maneras
inesperadas, me vuelves a visitar, y me llenas de una alegría que nadie me
puede quitar.
Hoy celebramos a san Felipe Neri era un sacerdote de Roma, que vivió en el siglo XVI.
Fundó la congregación de los Oratorianos, para sacerdotes diocesanos.
En
tiempos de decadencia religiosa, hizo mucho para reavivar un verdadero
sentido religioso y una auténtica devoción a la eucaristía. Era muy
original y de actitud y talante siempre alegres, bromeando con
frecuencia a sus amigos; tanto es así que algunos dudaban de su
santidad.
Su biografía nos llega a decir que su corazón latía con tanta
fuerza con el amor de Dios que un día se le llegaron a quebrar dos de
sus costillas.
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