Cristo nuestra luz
“Yo he venido al mundo como luz”
(Jn 12,46)
En medio de tanta oscuridad, ¡qué hermoso contemplar el
rostro iluminado de Jesús!
Es como abrirse a la luz de una mañana.
El Señor ha venido como Luz al mundo y nos ha enviado
también a nosotros como luz, y la luz debe colocarse en lo alto para que
alumbre a todos los de la casa.
Que seamos capaces de iluminar para que el mundo crea y
se salve.
Para esto ha venido Jesús al mundo.
"El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me
ha enviado"
Creer en ti es vivir en la Luz del Amor, en la certeza de
que Tú alumbras nuestros pasos.
Sal a la vida reflejando ese rostro en tus obras.
Abre tu corazón y deja entrar el amor de Dios
Tú, Señor, eres luz para el mundo.
Eres bondad, eres ternura.
Llena de claridad sus zonas oscuras.
Hoy recordamos a san
Juan de Ávila,
presbítero y doctor de la iglesia, del siglo dieciséis.
Curiosamente, escuchó la llamada del Señor durante una
corrida de toros celebrada en Salamanca, donde estudiaba y, dejándolo todo, fue
ordenado sacerdote. Se dedicó, a sembrar la buena semilla en misiones
populares, en el sur de España, mereciendo el título de "Apóstol de
Andalucía", fundando colegios, alentando a los sacerdotes, trabajando por
la reforma de la Iglesia, y relacionándose con grandes figuras como san Ignacio
de Loyola.
.Predicador incansable hasta su muerte, a través de sus 87 sermones y
16 pláticas descubrimos al teólogo y conocedor de la Biblia, pero popular,
sencillo, ungido; exigente y misericordioso a la vez.
. Señor que al igual que San Juan de Ávila seamos
fieles a tu doctrina.
Oh Dios, que hiciste de san Juan de Ávila
un maestro ejemplar para tu pueblo
por la santidad de su vida y por su celo apostólico;
haz que también en nuestros días
crezca la Iglesia en santidad
por el celo ejemplar de tus ministros.
Por nuestro Señor Jesucristo.
AL
CRISTO DOLIENTE
Al Cristo Crucificado
Al Cristo Crucificado
No me mueve mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tu me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muéveme tus afrentas y tu muerte,
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muéveme tus afrentas y tu muerte,
Mueveme en fin, tu amor de tal manera
que aunque no hubiera cielo yo te amara
y aunque no hubiera infierno te temiera.
que aunque no hubiera cielo yo te amara
y aunque no hubiera infierno te temiera.
No me tienes que dar por que te quiera,
porque aunque cuanto espero no esperara
lo mismo que te quiero te quisiera.
porque aunque cuanto espero no esperara
lo mismo que te quiero te quisiera.
Esta joya de la mística castellana permanece anónima, sin embargo hay razón para atribuírsela a San Juan de Avila ya que la idea central del soneto aparece en su obra "Audi filia" en las siguientes palabras:
"Aunque no hubiese infierno que amenazase, ni paraíso que convidase, ni mandamiento que constriñese, obraría el justo por sólo el amor de Dios lo que obra." -cap. L.
El soneto apareció por primera vez impreso en la obra titulada Vida del Espíritu (Madrid, 1628), del doctor madrileño Antonio de Rojas.
Precioso himno de Vísperas del Oficio de san Juan de
Ávila, propio de la diócesis de Córdoba, cantando la belleza de Cristo:
Dulcísimo Señor,
verdadero Amador,
nuestro pastor y nuestro remedio,
Dios humanado,
Médico amoroso y sabio.
verdadero Amador,
nuestro pastor y nuestro remedio,
Dios humanado,
Médico amoroso y sabio.
Cristo eres esposo hermoso,
siendo Dios hermoso;
hermoso en el vientre de la Madre,
hermoso nacido niño.
¡Mi Bien y mi Cristo!
siendo Dios hermoso;
hermoso en el vientre de la Madre,
hermoso nacido niño.
¡Mi Bien y mi Cristo!
Cristo eres hermoso en el cielo,
eres hermoso en la tierra;
hermoso en el vientre de la Madre,
hermoso en los brazos de ella.
¡Mi Bien y mi Cristo!
eres hermoso en la tierra;
hermoso en el vientre de la Madre,
hermoso en los brazos de ella.
¡Mi Bien y mi Cristo!
Cristo eres hermoso en los milagros,
eres hermoso en los azotes;
hermoso convidando a la vida,
hermoso no teniendo en nada la muerte.
¡Mi Bien y mi Cristo!
eres hermoso en los azotes;
hermoso convidando a la vida,
hermoso no teniendo en nada la muerte.
¡Mi Bien y mi Cristo!
Cristo eres hermoso al expirar,
eres hermoso al resucitar;
hermoso en la cruz, hermoso en el cielo,
eres hermoso en el entendimiento.
¡Mi Bien y mi Cristo!
eres hermoso al resucitar;
hermoso en la cruz, hermoso en el cielo,
eres hermoso en el entendimiento.
¡Mi Bien y mi Cristo!
Eres el bien y el deleite infinitos.
Tú eres nuestro gozo, nuestra gloria;
sea, Señor, la gloria para ti,
de quien viene todo nuestro bien.
¡Mi Bien y mi Cristo!
Tú eres nuestro gozo, nuestra gloria;
sea, Señor, la gloria para ti,
de quien viene todo nuestro bien.
¡Mi Bien y mi Cristo!
Amén.
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