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El banquete

 


“Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, a los lisiados, 
a los ciegos y a los cojos”. 
 (Lc 14,15-24).

Todos somos invitados al banquete del Reino, pero muchas veces buscamos justificaciones para eludir la llamada de Dios, quizá porque nos exige cambiar la mentalidad y los intereses. La parábola de la gran cena se cumple en la Eucaristía de la comunidad cristiana. Jesús te invita a sentarte a su mesa junto a muchos hombres y mujeres de rostros y culturas diferentes.

Señor, tú nos llamas a tu mesa, nos acercamos…
¿Tenemos suficiente fe para acoger tu amor gratuito 
que nos hace hermanos?

Somos los siervos enviados por el Señor a los caminos y senderos para insistir a los invitados a que entren en la casa y celebrar el banquete de bodas. Dios ansía ver llena su casa, verse rodeado de hijos para celebrar la fiesta. Podemos poner excusas


«Bienaventurado el que coma en el reino de Dios»
Pero no todos aceptamos la invitación. Ponemos muchas excusas para ir, por tanto, no se nos expulsa ni se prohíbe entrar, somos nosotros con nuestra vida atareada los que no respondemos con coherencia a la invitación.

Ante la invitación del Señor, hay comensales que tienen excusas por trabajos, compras o familia. Anteponen realidades materiales y efímeras a una invitación que sustenta la vida y le da sentido. Mandará llamar a quienes están en los caminos y las cunetas de la vida.


Somos invitados a un banquete que ya está preparado. Pongámonos en marcha. La invitación dice 'ya'. Es ahora cuando debemos responder. No se puede esperar, es urgente responder y acudir. El banquete es encuentro con Él. Hoy el banquete está lleno de barro que quitar, de personas que acompañar, de recursos que donar, de miradas que compartir, de tareas que hacer, de lágrimas que consolar.

Existimos, para ser partícipes de este gozo inmenso: compartir la misma Mesa Pascual, .... la Vida en Cristo... Jesucristo en ti, y tú en Jesucristo.

Gracias Señor por invitarnos un día más al banquete del Reino.
No es por méritos que somos tus invitados. No lo esperábamos. Has querido que seamos tus compañeros, los que parten el pan contigo,  y lo haces porque sabes que lo necesitamos. Muchos son llamados, pocos dicen sí. Cuántas excusas para no entrar en tu forma de vivir a lo grande.
 
Que Santa Ángela de la Cruz, experta en acoger a los más pobres 
para invitarles al banquete De Dios interceda por nosotros.
 

 

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