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Mi casa es tu casa

 


"El que me ama guardará mi palabra". 
(Jn 14,21-26)

 

Sólo lo que se conoce, se ama. Lee su Palabra, escucha lo que te quiere decir, descubre lo que tiene reservado para ti... Una vez que lo conozcas, no podrás separarte de Él... ni Él de ti...

La Palabra es portadora de la vida de Dios. Acoger lo que Dios nos dice es la posibilidad de vivir envueltos de su amor. Casi sin darnos cuenta, como el crecimiento silencioso de una semilla, nos vamos volviendo como Él. Quién dice que cree en Él debe vivir como vivió Él. Ser morada de Dios es ser acogida de toda la humanidad que necesita un amor que le sane y lleve a plenitud.

Si te sientes cansado, triste, vacío, no te rindas ni te culpes. Respira tranquilo, consciente, centrado. Siente el aire que te llena de vida a cada inspiración. Entra en tu espacio sagrado, en esa "tienda del encuentro" donde Dios te espera y te restaura. Te hará renacer.


Jesús revela que somos morada de Dios. Cada persona es santuario de Dios. Cada ser humano, también los más orillados, es lugar de Dios. Conocer esta verdad es la fuente de nuestra mayor autoestima y el estímulo mayor para trabajar por la dignidad de toda persona. Vive este día como una oportunidad que Dios te ofrece de responder a su amor.

Jesús nos invita a plasmar en hechos reales nuestra respuesta a su inmensa bondad. ¿Aceptamos su propuesta? : ¡Vivamos los Mandamientos!

La palabra amor conjugada en distintos tiempos verbales recorre el evangelio de hoy. Hasta siete veces leemos: ama, será amado, amaré y no me ama. Un amor que se aprende. El Espíritu Santo es el maestro que nos enseñará a conjugar y vivir el verbo amar.

El amor a Dios no es solo una repuesta de voluntad, es un compromiso de vida. El amor de Dios se ha hecho realidad en su entrega generosa, nuestra respuesta se tiene que traducir en hacer de la Palabra guía y referencia de nuestro ser y hacer.

"No nos acostumbremos a una falsa normalidad en la que reina el miedo y abundan las lágrimas. No escojamos nunca la resignación. Permanezcamos a toda costa en el amor que pone a las personas en el centro y sueña y lucha por un mundo mejor."

Señor: sé luz en mi mente, paz en mi corazón y sabiduría en mis decisiones.


La Palabra penetra por el oído pero se acoge, da fruto en el corazón. Escuchar para sabernos amados por el Buen Padre en el Hijo, como María. Pedir, pedir desde esta confianza, pedir muchas veces al día el don del Paráclito: ¡Envíanos Padre el Espíritu Santo!

El Espíritu Santo siempre abre caminos nuevos para la Iglesia. Sopla donde quiere, no lo retienen cadenas. Vivifica con savia nueva el Cuerpo de Cristo. Nacer y renacer. Morir para vivir. Entre las ruinas algo nuevo está brotando.

Sopla sobre mis brasas, Espíritu de amor, que no quiero que se me apague el amor en los adentros.

Espíritu de Dios…

Enséñame la humildad y la sencillez
de vivir contento con lo que tengo,
de no querer más, de no esperar más.

Enséñame que solo se vive en cristiano
cuando se tiende la mano al que sufre,
se busca sin fin al perdido y se abre la casa al de fuera.

Enséñame esa ley misteriosa de la vida
de que abrazar lo nuevo exige soltar lo gastado
Y el sonido diferente de la vida solo lo enseña el silencio.

Recuérdame que Dios me quiere
sin límite, sin medida, sin fecha de caducidad.
y que sus abrazos, duran siempre, al menos, tres minutos.

Recuérdame, una y otra vez, que todos somos hermanos,
que no hay extranjero ni asesino
que quede fuera de mi fraternidad.

Recuérdame, en fin, que el paso del tiempo
no gasta las cosas ni mata los sueños
que tienen aroma de eternidad.

Severino Lázaro, sj


 

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